El conjunto arquitectónico de San Marcos necesita un milagro

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Los pisos de la casa parroquial de San Marcos están rotos, el cielo raso a punto de desbaratarse, las paredes por derrumbarse, las conexiones eléctricas peladas e interpuestas y la sobrecubierta en mal estado. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO

No es una exageración: la casa parroquial de San Marcos, ubicada en el Centro Histórico de Quito, se cae a pedazos. Su párroco, Tito Heredia, ha pedido ayuda desde hace dos años, pero sin resultados.

Justo a un costado de la plaza de la iglesia del barrio, en la calle Junín, se observa una bella casa patrimonial de 900 metros cuadrados de construcción. Sus balcones están adornados con geranios y la fachada exterior luce hermosa, intacta… Pero una vez que se ingresa por la puerta principal se descubre un espacio en ruinas.

Los pisos están rotos, el cielo raso a punto de desbaratarse, las paredes por derrumbarse, las conexiones eléctricas peladas e interpuestas y la sobrecubierta en mal estado. Hace algo más de dos años, el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) colocó esa sobrecubierta como medida de protección del techo.

Con la proximidad de las lluvias, “estamos rezando que no pase nada, que el techo no caiga sobre la casa; arriba hay muchas goteras”, comenta el padre Heredia. Y agrega que urge un trabajo integral, pues no es cuestión de tapar goteras o cambiar vigas.

Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO

Aun así, cuenta el religioso, intenta hacer algo, dar el mantenimiento en la medida de sus posibilidades económicas. En estos días unos albañiles pulirán algunos pisos y pintarán las paredes de la planta baja, con la idea de tener algunos espacios presentables para recibir a los fieles del barrio. “No puedo dejar que la casa se caiga encima mío”, comenta.

El estado de la vivienda también preocupa a los vecinos de San Marcos. Lili de Gallegos recuerda que la casa parroquial estaba, hace tiempo, en mal estado, pero “últimamente está invivible” al punto que el párroco no vive allí.

Angelita Liger, otra vecina que tiene su negocio de comida justo frente a esta casa patrimonial, pide a las autoridades municipales que ayuden a rehabilitar el bien, tal como lo están haciendo con la plaza (se cambió la pileta y las piedras de la plaza, también se plantaron nuevas especies en los espacios verdes).

Con los pocos recursos que dispone en padre Heredia trata de recuperar las áreas que están visibles al público como el despacho parroquial y próximamente una salita. Más de eso no puede hacer más, comenta.

Incluso, los 150 niños y jóvenes que reciben catequesis lo hacen en la Casa Somos (antes CDC San Marcos), pues sus aulas que estaban acondicionadas en la casa parroquial no tenían piso, tampoco energía eléctrica. Y los pupitres, actualmente, están arrumados cogiendo polvo y humedad.

Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO

La iglesia se halla en mejor estado. Lastimosamente, hay una población grande de palomas que ha destruido la cubierta para hacer sus nidos y algunas tejas están desordenadas. Las goteras, cuenta el párroco, “las cogí a la medida de mis posibilidades, para que no se siga dañando la iglesia”.

Otro dolor de cabeza son las conexiones eléctricas. “Son improvisadas y totalmente obsoletas. Hay muchos cables antiguos, son una bomba de tiempo”, confiesa el religioso. Y en efecto, los cables están metidos entre los retablos antiguos y en una pared hay una serie de conexiones que no se sabe a dónde va.

Pese a todo, las homilías se realizan puntualmente: los jueves eucarísticos, a partir de las 17:00; la misa dominical a las 08:00 y a las 17:00; y los sábados, los bautismos.

La necesidad de intervenir en el conjunto arquitectónico de San Marcos está a la vista y, por eso, Heredia ha golpeado muchas puertas. En el IMP, por ejemplo, “hay un sinfín de trámites burocráticos que demoran mucho; son más de dos años de gestiones, pero con el cambio de autoridades municipales todo volvió a cero y a emprender las solicitudes, los papeles. Han venido los técnicos habidos y por haber, carpetas y carpetas de fotografías, pero la casa está exactamente igual”, subraya Heredia.

El pedido de auxilio es porque “Quito no es cuatro iglesias estereotipadas, hay muchas más y muy valiosas, como la de San Marcos que no tiene ningún tipo de asistencia de parte de las autoridades”, acota el párroco.

Ante esta realidad, Dora Arízaga, directora del IMP, señala que al tratarse de una casa parroquial (utilizado para la vivienda del párroco del sector) es una responsabilidad de las órdenes religiosas rehabilitarla, no del IMP. Y sobre la iglesia, la Directora comenta que está en buenas condiciones.

En el caso de necesitarlo, recuerda que se puede aplicar al sistema de beneficios que tiene el Municipio de Quito para todos los propietarios privados; es decir, el que se intervenga en la cubierta y en la fachada del bien inmueble acogiéndose al 50% del costo y el resto pagar a través de la tasa de mejoras.

Arízaga es clara al señalar que “con dinero público no se puede hacer una diferenciación entre cualquier persona o los religiosos. Las leyes son para todos”.

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