Víctor Vizuete E.
Porque ese fue, precisamente, el tiempo que se demoró en resumir, en 762 páginas, la más que novelesca vida de uno de los mayores novelistas contemporáneos: Gabriel García Márquez.
Para llevar a buen fin tamaña empresa, Martin no solo hizo acopio de la clásica flema inglesa. También las ofició de ratón de biblioteca; de preguntón impenitente; de pato de toda boda.
Hizo más de 300 entrevistas y visitó todos los lugares por donde anduvo el ‘Gabo’ en su vida de Juan sin cielo, de gitano empedernido. Y conversó con todos quienes tuvieron alguna relación con el genio nacido en Aracataca, en 1927.
Solo así, con la tenacidad y la astucia de un ‘hacker’, el tozudo inglés pudo hurgar en la vida de fábula de uno de los mayores fabuladores de todos los tiempos.
Luego de 18 años de trabajar como el más consumado de los detectives, Martin pudo separar el trigo de la paja de una vida que tiene mucho de leyenda. Una leyenda corregida y aumentada por el propio colombiano al más puro estilo de Melquiades, el mago de su ‘Cien años de soledad’.
Después de incontables borradores y tachones, Martin entregó la biografía ‘tolerada no autorizada’ a la imprenta en octubre del año pasado. Y como todo biógrafo inglés -para García Márquez los mejores- le puso un título escueto, casi minimalista: ‘Gabriel García Márquez. Una vida’.
No fueron 18 años desperdiciados, desde luego, pues es un texto escrito con prolijidad, honestidad y en español impecable. Con un ritmo trepidante, como fue -ya no es- la propia vida del maestro.
Un ritmo que hace que las 762 páginas no sean una carga pesada sino una fiesta continua.
La andadura del nieto del coronel Aureliano Buendía, perdón, del coronel Nicolás Márquez, está reflejada con pulcritud y decencia. Sin aspavientos ni exageraciones, a pesar del egocentrismo que oculta el ‘Gabo’ tras esa facha de argelino pobre. Una facha que le causó más de un problema en su periplo en París.
Una suma de avatares, eso es este gran relato de Gerald Martin. Avatares que definieron al escritor en 1952, cuando ‘Gabo’ tenía 25 años. Justo en el viaje que Luisa Santiaga, su madre, y él realizaron desde Barranquilla hasta Aracataca para vender la casa del abuelo. De esa odisea emergieron Macondo y la saga Buendía.
El libro es un testimonio escrito con equilibrio. Algo difícil de lograr cuando se cuenta la historia de alguien que siempre vivió en los extremos; cuando había que reflejar los años que el ‘Gabito’ vivió como un verdadero ceniciento. Un mal hechizo que rompió ‘Cien años de soledad’, publicado por un ‘Gabo’ ya cuarentón.
Dura tarea, pues había que traslapar al papel vivencias tan disímiles como cuando ‘Gabito’ sobrevivía con sobras que le proveían los tachos de basura parisinos; o cuando él y Mercedes Barcha, su amor de toda la vida, fueron aclamados en Buenos Aires luego de que ‘Cien años de soledad’ viera la luz en esa ciudad en 1967.