El Bulevar de la 24 de Mayo, sitio emblemático. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO
Los sitios relacionados con la Batalla de Pichincha
El inicio del bulevar se remonta a 1899. Foto: María Isabel Valarezo
En la cantina de don Abelino Quintero, localizada en la 24 de Mayo, Leonardo Páez compuso el pasacalle ‘En el santo del Quintana’ (1942).
A propósito de los 192 años de la Batalla de Pichincha, uno de los lugares de Quito que más evoca esta gesta es el bulevar 24 de Mayo, en donde se levanta un monumento, cuya figura central es un cóndor de bronce, obra realizada por el arquitecto Francisco Durini.
El propósito: conmemorar los 100 de la batalla que nos independizó de España.
Juan Paz y Miño Cepeda, hasta hace poco cronista de la ciudad, escribió en la edición de este Diario (martes, 17 de enero de 2012) que el inicio del conocido bulevar se remonta a 1899, durante la época de la hegemonía liberal, derivada del triunfo de la Revolución Alfarista.
En esa zona había una quebrada, conocida como Jerusalén, y marcaba el límite sur de la ciudad. Por la quebrada corría agua limpia proveniente de las montañas cercanas al Pichincha. Incluso las casas de La Ronda, de estilo andaluz, de fachada blanca y pileta en los patios de piedra, tenían huertos que bajaban hasta la quebrada.
A finales del siglo XIX, la quebrada se convirtió en basurero. Por ello, en 1898, Francisco Andrade Marín fue el artífice de su canalización en un proceso que duró 22 años.
Según Paz y Miño, en su época de origen, principios del siglo XX, la 24 lució su fisonomía europeizante, como alameda y bulevar. Allí se edificaron edificios que forman parte del imaginario quiteño, como la Cervecería Victoria, el Teatro Puerta del Sol (1914), donde se hizo una sala de patinaje para las élites, luego se convirtió en cine popular.
Hubo el Teatro Avenida y la maravillosa Capilla de El Robo, reconstruida por el obispo Cuero y Caicedo en 1805. Junto a la capilla se fundó, en 1906, el Centro Católico de Obreros (CCO), cuyos promotores fueron Jacinto Jijón y Caamaño, Julio Tobar Donoso y Manuel Sotomayor y Luna. Conforme pasaron los años, el fin era contrarrestar la constante influencia de las ideas socialistas en la clase obrera.
Casas de artistas y profesionales
Así como se construyeron los espacios antes mencionados, familias ricas, artistas y profesionales también levantaron sus casas en el bulevar. Desde principios de los treinta, las casas de reconocidos personajes que vivieron allí alternaron con las primeras cantinas y ocultos cabarés que aparecieron.
El historiador Fernando Jurado Noboa nombra a las casas de los personajes que vivieron en el bulevar, en el núcleo de las calles Venezuela y García Moreno: en la casa adjunta al centro católico vivió el ex presidente Velasco Ibarra entre 1922 y 1934; siguiendo por esta vereda, hacia el oriente, vivía la familia Almeida Irigoyen. Allí, Leopoldo Noboa Saá compuso el recordado pasillo ‘De conchas y corales’ (1932).
Por la misma vereda, pero hacia el occidente (24 de Mayo e Imbabura) funcionaba la cantina (desde los treinta a los cincuenta) de don Abelino Quintero. En ese sitio bohemio, Leonardo Páez compuso el pasacalle ‘En el santo del Quintana’ (1942). Al frente vivió Gustavo Bueno, destacado pianista. Y entre la Venezuela y García Moreno, el doctor Augusto Bonilla, padre de la traumatología ecuatoriana, habitó una casa solariega.
Otros sitios que recuerdan la gesta del 24 de Mayo y a su protagonista principal, el Mariscal Sucre son: el Centro Cívico Mariscal Sucre, el Templo de la Patria y el museo Casa de Sucre.
* Una crónica de estos sitios puede leer mañana en nuestra edición impresa de la Sección Quito.