Redacción Ibarra
Los niños caminan entre los restos humeantes y los escombros de las nueve casas, en el centro de García Moreno. Milton Jácome los observa y reflexiona en voz alta: “Nos quedamos en la calle”.
Detrás de él se han congregado unos 300 habitantes, de los más de 5 000 que viven en la parroquia situada en el valle de Íntag, en Cotacachi. Los bomberos y funcionarios del Municipio convocaron a una asamblea, en la plaza central, para buscar soluciones.
Los vecinos dicen que es la peor tragedia que ha ocurrido en este pueblo, con casas de tapial, madera, teja y bloque. Pocas personas pudieron conciliar el sueño luego del incendio, en la noche del martes. La mayoría narra una y otra vez el drama de los damnificados.
Alrededor de las 22:30 de ese día, una sobrecarga eléctrica ocasionó el incendio. Las llamas pudieron arrasar todo el pueblo de no ser por una acción urgente de los lugareños.
La desesperación motivó a la gente a derribar dos casas, una al comienzo y otra al final del incendio, para evitar que el fuego se propagara. “Fue una buena decisión”, dice René Ramírez, de los Bomberos de Cotacachi.
Las llamas destruyeron los bienes de 30 personas. Jácome, sus seis hijos y sus nietos se quedaron solo con la ropa que llevaban puesta en ese momento.
No hubo muertos ni heridos. Los bomberos de Cotacachi recibieron la alerta pasada la medianoche. Llegaron cuatro horas después, solo para retirar los escombros y ayudar a la gente.
La zigzagueante vía de tierra que conecta la capital cantonal con este valle no permite avanzar a más de 60 km por hora.
“La noche del incendio, en el momento que se restablecía el servicio eléctrico, un transformador estalló y empezó el fuego”, contó Jácome.
Los vecinos se organizan para presentar la queja en la Empresa Eléctrica del Norte (Emelnorte). El propósito es que les devuelvan a los afectados las casas, los electrodomésticos y la ropa que perdieron. Aún no se contabilizan los daños.