Estudiantes juegan carnaval este viernes 29 de enero del 2016. Foto: Archivo / EL COMERCIO
En los exteriores de las instituciones educativas, los adolescentes empezaron a jugar Carnaval. Huevos, harina y agua se lanzan sin cesar. El único objetivo que parecen tener es impactar en el cuerpo de uno de los rivales.
Los jóvenes sonríen mientras persiguen a otros con bombas de agua. Ayer, jueves 28 de enero, a las 18:42, decenas de estudiantes de dos colegios del sur de Quito se reunieron al salir de clases, en la avenida Mariscal Sucre y Viracocha.
La alegría primó mientras los jóvenes se lanzaban agua y harina. Debido a los correteos, los conductores tuvieron que disminuir la velocidad para evitar accidentes de tránsito en el sector.
En este lugar hay comerciantes autónomos que expenden bombas llenas de agua a USD 0,05. Las bombas reposan en baldes. María Casitagua vendió 40 unidades en menos de 30 minutos .En las tiendas cercanas, los adolescentes se abastecieron de otros materiales que usaron para manchar a sus compañeros.
Era una fiesta hasta que jóvenes que vestían los uniformes de una institución lanzaron bombas y huevos en las puertas de la parada La Magdalena del corredor Sur Occidental. Una de las bombas impactó en la cabeza de una señora que cargaba un bebé en brazos. “Guambras malcriados”, gritó mientras se alejaba de los ‘proyectiles’.
Otro grupo de jóvenes, que no llevaba uniforme de ninguna institución educativa, aprovechó el tumulto. Estos muchachos se acercaron a las colegiales e intentaban tocarlas mientras simularon reventar bombas en sus partes íntimas. Hasta las 19:00 no hubo presencia policial para controlar ese juego. En otros colegios del sur también se juega de manera similar. Además de usar harina y anilina, utilizan lodo.
El juego brusco de Carnaval era considerado una contravención de segunda clase en el anterior Código Penal. La sanción iba desde un día de prisión hasta multas de entre USD 4 y 7. Actualmente rige el Código Integral Penal (COIP), que establece entre ocho y 20 días de privación de libertad para quien agreda o lesione a una persona al jugar carnaval. Los adolescentes podrían recibir sanciones menos drásticas por el principio de mínima intervención de la justicia.
En años anteriores había mayor control en los exteriores de los colegios. Incluso, policías metropolitanos evitaban que comerciantes autónomos expendan bombas con agua y cariocas en la calle. “Esto se debe retomar”, señaló Christina Fernández, madre de familia de una estudiante agredida.