Ir a Carapungo con fluidez es una realidad

En el intercambiador empieza la prolongación de la av. Simón Bolívar, hacia San Antonio. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

En el intercambiador empieza la prolongación de la av. Simón Bolívar, hacia San Antonio. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Hoy Carapungo se despide oficialmente del embotellamiento que se formaba en el cruce de la Panamericana Norte y la Simón Bolívar, que atormentó a los moradores de la zona y usuarios de la vía por más de siete años.

Luego de 11 meses de trabajo, de más de 150 000 m3 de tierra removida, de la distribución de millón y medio de kilos de acero, el esperado intercambiador de Carapungo está listo. La gente le dice adiós a las filas de autos de más de 20 cuadras de largo y a tener que perder alrededor de 40 minutos cada día para cruzar uno de los nudos críticos más complejos de la movilidad de Quito.


El problema se inició cuando Calderón, que era oficialmente parroquia rural, se volvió un punto atractivo para la construcción y la zona comenzó a poblarse a inicio de los años 90. Pero, según Hernán Orbea, el ‘boom’ habitacional se sintió con fuerza cuando en la alcaldía de Paco Moncayo se llevó a cabo un plan de agua potable a finales del 2002. Entonces la Panamericana Norte, la única vía que conectaba esa zona con Quito, quedó corta. 


La arteria vial, evidentemente insuficiente, no tuvo más opción que hacer la venia al tráfico y a la queja continua de los moradores, lo que se convirtió en un problema para las siguientes administraciones.


Durante la alcaldía de Augusto Barrera se planteó la necesidad de implementar allí un intercambiador, pero la construcción no se hizo visible sino hasta mayo del 2015, cuando la actual administración retomó la obra que tenía un 2% de avance, presentaba problemas de estudios y expropiaciones inconclusas. 


Así lo explica Álex Rivera, gerente de fiscalización de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas. Lo que permanece de la anterior administración es el diseño: un intercambiador o mejor dicho un complejo vial de tres niveles con un redondel central y seis carriles elevados, lo que permite al usuario hacer todo tipo de desvíos sin necesidad de detenerse. 
Se concretaron 40 expropiaciones en los alrededores del intercambiador y en agosto se comenzó a habilitar las rampas laterales que permitieron hacer desvíos y trabajar en el núcleo central de excavaciones.


Un estudio realizado por la Secretaría de Movilidad determinó que por la intersección transitan más de 60 000 vehículos cada día. De ellos, el 60% va por la Panamericana Norte, desde Calderón, y se dirige hacia la Simón Bolívar. 
Precisamente por este motivo lo primero en hacerse fue la construcción del paso deprimido en ambas vías. 
Antes del movimiento de tierras, se realizaron trabajos subterráneos. Se construyeron casi dos kilómetros de túneles para la evacuación de aguas lluvias.

Con esto y el drenaje adecuado, se tiene la seguridad, según las autoridades, de que no se inundará pese a fuertes aguaceros.
Además, se construyó y reubicó más de 12 km de tubería, 8 de ellos para agua potable, lo que mejora la situación de todo el sector porque los sistemas anteriores ya habían cumplido su vida útil. 
Como parte de los trabajos del sistema eléctrico, se colocaron equipos de alta y media tensión.

Está instalada toda la ductería de soterramiento, con lo que los cables que hay en los postes se colocarán bajo tierra.
 Este es el intercambiador más grande de Quito. Costó USD 20,4 millones y es el único que cuenta con seis carriles elevados y casi un kilómetro de largo. Está conformado por 19 rampas (conexiones) que incluyen accesos y salidas de La Bota, a la calle Geovany Calles y Luis Vaccari en Carapungo.


Quienes viven en Marianas, Bonanza, Bellavista, Carretas, San José de Morán; quienes quieren llegar del norte de ciudad al aeropuerto internacional en Tababela y quienes llegan del norte del país a Quito ya no tendrán que lidiar con un cuello de botella. Por eso Carlos Puente, presidente de Mirador, lo describe como un milagro que tardó en llegar, pero que al fin es una realidad.

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