La India más que un país es un conjunto de sensaciones para el extranjero. Todo funciona tan extrañamente en esta democracia -la más grande del mundo-, que reiteradamente uno tiende a cuestionarse: ¿cómo lo hacen? Más de 1 200 millones de seres humanos divididos en rigurosas castas cuyos roles sociales están determinados por la religión y en donde la política solo sirve para mantenerlos en condiciones indignas para cualquier parámetro occidental.
Un país más orgulloso que preocupado, por el crecimiento de su población, donde la condición de ser mujer trae consigo una tremenda carga, que han tenido que prohibir la ecografía para evitar que los padres acaben con ellas antes de nacer. Una nación donde niños de 8 años se casan ante el beneplácito de sus progenitores, que intercambian bienes en el proceso nupcial. El país de Gandhi, cuya revolución no violenta sacudió los cimientos del imperio colonial inglés y abrió las puertas a la independencia de esta nación a finales de los años 40 del siglo pasado.
Es la misma cuyos números macros son más que positivos. Un crecimiento promedio del 9% anual, ahora se anuncia 6,8% para 2010 pero donde conviven en circunstancias gravosas de inequidad unos 130 millones de ricos y unos 800 millones de pobres. Aquí importan el 80% de lo que consumen y cientos mueren todos los días en sus calles por desnutrición. Sus ciudades asaltadas por el polvo y las obras en construcción se abren paso en sus calles por bicicletas, mototaxis y automóviles como el Nano de Tata cuyo valor alcanza USD 2 500. Están trabajando duro en el desarrollo de nuevas tecnologías, con Bangalore como el centro neurálgico de tan proyección.
Cientos de ‘call centers’ aparecen en todos los sitios y el español se ha convertido en ese camino en idioma popular que merece ser aprendido. Los salarios son bajos, lo que hace que la inversión extranjera se haya convertido en clave para que los números grandes sigan mostrando una India orgullosa que emerge en el concierto de las naciones.
Conocen poco de América Latina. De política solo Chávez y sus dislates. Brasil con sus 20 funcionarios de embajada intenta nuevos espacios, las demás embajadas latinoamericanas buscan interesar a los compradores indios con los productos locales especialmente alimentos, aunque aquí están abiertos a todo.
Desde chatarra hasta vísceras de animales pasando por soja y pollos. Aquí no comen carne vacuna y las vacas corretean en la autopista secundadas por caballos blancos y montados con penachos que acompañan a los novios en esta temporada de bodas.
Un país de decenas de lenguas donde la dominante es el hindi -el inglés solo lo habla el 10% de la población. En este caos funcional todo lo que parece normal para ellos es absolutamente extraño para nosotros.