Las canoeras se colocan cerca de la cocina, en un sitio sin techo, para que las plantas reciban luz y agua. Foto: EL COMERCIO
Lastenia Vivero es una mujer afroesmeraldeña de 70 años que conserva la tradición de mantener sus canoeras en la azotea de su casa.
En los recipientes hechos de caña, la mujer siembra cebolla, chillangua, orégano, albahaca y otras hierbas que se usan para preparar aliños caseros. Esa tradición la conserva como una herencia de sus padres.
La comunidad afro se refiere a estas plantas con el término ‘montes’. Estos se utilizan, por ejemplo, para sazonar un buen tapado de pescado o un rico encocado de mariscos, como solo los preparan los buenos cocineros de la Costa.
Se cree que la tradición de este tipo de siembra surgió en los tiempos de la esclavitud, cuando el pueblo afro no tenía tierras propias para cultivar sus productos. Entonces utilizaban este tipo de objetos para hacerlo sin problemas.
La manera de preparar las comidas con estos ‘montes’ y el sabor que estos le dan a cada plato es una de las particularidades del pueblo afroesmeraldeño, explica, Vivero.
Esta tradición ha sido parte del éxito del famoso tapado de pargo, en San Lorenzo, que los lugareños condimentan con estos ‘montecitos’ cultivados en canoeras ancestrales y siguiendo la receta que aprendieron de sus mayores.
La tradición se mantiene en las ciudades esmeraldeñas y en el resto del país, pues las familias que emigraron de poblaciones como Carondelet, Santa Rita, Urbina o San Javier se las llevaron consigo. Una de ellas fue Lastenia, que llegó desde San Javier, cantón San Lorenzo.
Las canoeras son una forma de cultivo doméstico propio de la etnia afro. Aunque su uso más popular es el de tener a la mano algunas plantas para condimentar platos típicos, también hay quienes las usan para sembrar plantas medicinales, que se usan para curar ciertas dolencias a través de la medicina ancestral.
En los caseríos asentados en las riberas del río Cayapas hay afros cuyos antepasados provenían de otros poblados de las costas del Pacífico. Ellos llevaron ciertas costumbres que enseñaron al pueblo chachi y que ahora sus miembros también las practican.
Las canoeras toman ese nombre porque se las construye hacia el final de la cocina, en una parte de la casa que no tenga techo.
Allí, las plantas pueden recibir la luz y el calor del sol y agua de lluvia. Están elaboradas de forma rudimentaria y su estructura está hecha de madera y de caña guadúa.
Se las coloca a una altura de 1 metro o más respecto del nivel del piso, para evitar que las crecidas de los ríos, las hormigas o las aves de corral dañen su estructura. Se coloca tierra abonada para la siembra.
Tulio Ayoví, un afro de la comunidad de Telembí, explica que las personas que tienen algún saber especial, como las parteras o los curanderos de mordeduras de culebra, usan las canoeras para sembrar los ‘montes’ que necesitan para cumplir sus actividades.
Desde hace dos años se trabaja en el rescate de estas tradiciones, explica Leonardo Corozo, habitante de la comunidad de San Miguel, en el río Cayapas. Esta iniciativa se lleva a cabo a través de un proyecto que se ejecuta en las comunidades afro y chachi de la zona, denominado Espacios de usos tradicionales para la soberanía alimentaria de comunidades chachi y negras de la zona norte de Esmeraldas.
La iniciativa -que está asociada a la filosofía del buen vivir de las comunidades ancestrales- tiene el aval de la Prefectura de Esmeraldas y de la Cooperación Técnica Alemana (GIZ).
La prefecta Lucía Sosa señala que se ha logrado vincular a comunidades del alto Santiago y del Cayapas para rescatar esas costumbres, mediante un proyecto a largo plazo.
En esos pueblos se siembran especies como la flor amarilla, la ruda y el gallinazo, que son utilizadas por los afrodescendientes para curar el mal de ojo, el espanto y el malaire.
“Esta costumbre de hacer las canoeras para sembrar y cultivar cerca de la casa es un saber de nuestro pueblo. Por eso se la encuentra por todos estos ríos del norte de Esmeraldas”, dice Lastenia Vivero.