Feria Gastronómica del Cangrejo en Naranjal, provincia del Guayas. Se ofertaron más de 21 variedad de platos a base de cangrejo. Foto: Joffre Flores / El Comercio
El cangrejo rojo puede vivir hasta 13 años. Esa es la teoría de los biólogos, pero en Naranjal (Guayas), alcanzar esa longevidad es complicado. Por su delicioso sabor está condenado a la olla hirviente, acompañado por trozos de maduro meloso.
El vapor abrasador chocaba la mañana de ayer en el rostro enrojecido de Irlanda Guerrero. Estaba despierta desde las 02:00 para convertirse en la sentenciadora de seis planchas de cangrejo (unas 280 unidades) y así ser parte de las manos que participaron en la cangrejada más grande del cantón.
La Feria Gastronómica del Cangrejo Naranjaleño cumplió 12 años. Bajo la dirección del Municipio local, 21 restaurantes se instalaron en el parque San Miguel, en el centro, para ofrecer más de 20 variedades, todas con el ingrediente estrella: cangrejo fresco, sacado de los manglares de la localidad.
Un total de 2 000 atados, unos 24 000 cangrejos (cada atado está formado por 12), dieron sazón al festival, como explica Marlon González, jefe de turismo del Municipio. “El cangrejo naranjaleño es una tradición y un imán para que visiten otras zonas turísticas”.
En Naranjal, unas 1 000 personas viven por el crustáceo. El programa del cangrejo, del Instituto Nacional de Pesca (INP) calcula que cada semana son capturadas cerca de tres millones de unidades por unos 5 000 cangrejeros en el país.Y mientras unos lo capturan en las orillas fangosas de los esteros (en el país existen 150 000 hectáreas de manglar a lo largo de la Costa, 59 000 concesionadas a comuneros); otros lo comercializan, como en Naranjal, en plazas o junto a la carretera.
Otros, como doña Irlanda, aprovechan el peculiar gusto del crustáceo para prepararlo de las formas más diversas.
Arroz, ensalada, sopa, cazuela, encocado y carapacho relleno fueron los platos más tradicionales. Y para quienes llegaron en busca de algo más novedoso el menú incluyó brazo gitano, bandera, bollo, tallarín, lomito saltado, tacos de cangrejo… El precio estándar fue de USD 5.
El chef Leonardo Morán optó por lo más típico. Él participa desde el 2002 en la feria con una gigantesca ensalada criolla de cangrejo, “la más grande del mundo”, dice. Usaron 120 atados (cada uno con 12 cangrejos) para vender 500 platos.
Las aceras del parque se convirtieron en cocinas improvisadas. Algunos cocineros picaban a la intemperie más ingredientes para complacer a los comensales que llegaron desde las 08:00. Víctor Hugo León y Pilar León ofrecieron tallarín saltado de cangrejo como parte de los 500 platos que prepararon con siete planchas.
Ese suculento platillo fue el primer bocado de Andrea Castro y su familia. Recorrieron 95 kilómetros desde Guayaquil para visitar cada una de las carpas. Entre la multitud, algunos compradores hacían malabares con los platos rebosantes en sus manos, algunos coronados por patas gordas y uno que otro con cangrejos sacando sus uñas retostadas.
Ya sea en las mesas colocadas al aire libre (aunque era difícil conseguir una silla) o de pie, los invitados mostraban su destreza para triturar, solo con sus dientes, la coraza crocante de este animal.
Y aunque muchos llegaron embelesados por el intenso aroma del cangrejo cocinado, Wilson Anchundia prefirió comer pollo.
Este naranjaleño es parte de la Cooperativa Nuevo Porvenir y tiene 20 años metiendo sus manos en las entrañas lodosas de Puerto Baquerizo.
Al final de la jornada diaria recoge unos 40 cangrejos por los que recibe un pago promedio de USD 32. En el mercado comercializan cada atado entre USD 10 y 12. “Solo cogemos machos. Las hembras no se tocan porque nos dan trabajo”. Se calcula que cada hembra pone entre 150 000 y 250 000 huevos.
Pero las labores de Anchundia están por terminar y los cangrejos tendrán una tregua, al menos temporalmente. El próximo viernes empezará una veda del cangrejo rojo por un mes. El control es una forma de mantener viva la tradición.