En la planta de Yurakasha, ubicada en Cañar, trabajan 15 personas en la separación de las 30,5 toneladas de basura que producen al día, los habitantes de cuatro cantones. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
El reconocimiento fue otorgado por el buen manejo de los desechos. Cañar es la primera provincia del país declarada libre de botaderos de basura a cielo abierto, por parte del Ministerio de Ambiente.
Los siete municipios reemplazaron sus botaderos -que eran focos de contaminación ambiental por los malos olores y la proliferación de bacterias- por rellenos sanitarios. Según el Ministerio, fueron construidos con normas técnicas.
En el cantón Cañar, el cambio empezó en el 2009, cuando el principal botadero, ubicado en la parroquia Honorato Vásquez, colapsó y en los alrededores de la ciudad se habían improvisado más de 10 espacios a cielo abierto, para botar la basura domiciliaria.
A esos espacios llegaban niños buscando juguetes y comida, y afectaba la calidad de vida de la población, dice Ramiro Padilla, gerente de la Empresa Pública Mancomunada de Aseo Integral del Pueblo Cañari (Emmaipac-EP).
Por los altos costos que representa construir un relleno sanitario, en el 2011 Cañar se mancomunó con los vecinos municipios de Biblián, El Tambo y Suscal. Juntos crearon la Emmaipac-EP y traspasaron su personal y maquinaria.
La empresa tiene independencia financiera y de servicio. Maneja un presupuesto anual de USD 2,5 millones, con aportes de los municipios, servicio de los abonados y la venta del material que recicla y abonos que produce en el relleno.
Según Padilla, si no se unían tendrían un botadero sin condiciones técnicas, ambientales ni higiénicas. “Abaratamos costos y ahora cada Municipio invierte menos del 50% de lo que gastaba en este tema”.
Para la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles, el relleno sanitario es una técnica eficaz y segura para tratar los residuos sólidos que genera una ciudad: evita malos olores, plagas y la contaminación.
En el 2013, la Emmaipac-EP construyó el relleno sanitario en Yuracasha, a 15 kilómetros de la ciudad de Cañar, e implementó su modelo de gestión para mejorar la calidad de vida de los 94 631 habitantes.
Con esto cerraron los botaderos que tenían. A Yurakasha llegan a diario 30,5 toneladas de residuos que se depositan al pie de una infraestructura con maquinaria pesada. Pasa por una banda clasificadora donde 10 obreros escogen el papel, cartón, vidrio y plásticos y lo depositan en sacos.
Así se evita que más basura ingrese al relleno y la empresa genera ingresos adicionales (USD 150 000 anuales), dice Blanca Lema, quien labora en el relleno sanitario.
El resto de la basura cae a la máquina compactadora para formar los bultos que son trasladados hasta el sitio donde se cubre con capas de tierra.
Acá no hay malos olores, comentó María Guamán, de Yurakasha, comunidad que recibe una compensación de USD 40 000 anuales por el emplazamiento del relleno.
Por la distancia, los municipios de Azogues, La Troncal y Déleg no se mancomunaron a la Emmaipac-EP. Pero los dos primeros hacen un manejo técnico: con sistemas de lixiviados y soterramiento de la basura domiciliaria.
En cambio, Déleg utiliza los servicios de la Empresa Municipal de Aseo de Cuenca para depositar 1,3 toneladas diarias que generan sus habitantes. El sistema de limpieza y recolección lo hace por su cuenta.
El año anterior, La Troncal cerró una celda de su botadero de La Puntilla que guardaba más 200 000 toneladas de basura depositadas en los últimos 20 años. Según su director de Obras Públicas, Cristian Jara, lo hicieron de forma técnica: compactando y soterrando los desechos con tierra.
En la actualidad el entorno muestra una imagen distinta. Con este trabajo también liberaron siete hectáreas para seguir depositando la basura, bajo las normas técnicas de un relleno sanitario.
Ni este cantón ni Azogues tienen procesos de reciclaje, pero ya elaboran sus proyectos para impulsar la separación de la basura en los hogares, a partir del próximo año. Con esa clasificación llegará menos basura al relleno y se prolongará su vida útil. Eso es parte de un manejo responsable con la población y el medioambiente, dijo el alcalde de Azogues, Virgilio Saquicela.
Melvin Alvarado, director provincial del Ministerio de Ambiente, contó que este reconocimiento hace dos semanas fue parte de un largo proceso de control y seguimiento de los botaderos, asesoramiento técnico y, en algunos casos, apoyo económico.
Según él, ahora se viene un trabajo más exigente para sostener los procesos alcanzados “y eso pasa más por la voluntad política de sus autoridades”.