Teodoro Bustamante Ponce. Catedrático de la Flacso
Redacción Política
Con la nueva Constitución el Congreso pasó a llamarse Asamblea. ¿Ese cambio de nombre es suficiente para cambiar el rumbo de esta institución del Estado?
El cambio de nombre no lo es. Pero no sé si solo hay un cambio de nombre. El sistema general del Estado está modificado. Antes eran tres poderes, ahora tenemos cinco. Entonces la estructura general del Estado se ha modificado y creo que para mal. Las modificaciones que se hicieron fueron coger algunas tendencias que ya se expresaban, como fragmentar el poder, crear comisiones para muchas cosas y diluir especialmente la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo. Es un Legislativo que tiene menos poder de fiscalización. Entonces creo que vamos a ver cambios, pero lamentablemente para peor.
El discurso del oficialismo es que la Asamblea va a tener una cambio con relación al anterior Congreso, ¿es posible en la práctica?
Creo que no. Ellos no están sucediendo al Congreso, sino al ‘Congresillo’. Y el ‘Congresillo’ ya ha dado muestras de ser en esta transición una organización con muchos problemas y deficiencias. ¿Cuáles son los vientos para ese cambio? Tenemos un terrible déficit de pensamiento. No puede haber un cambio legislativo cuando tenemos una retórica general, ofrecimientos de cuatro clichés para justificar todo. Lo único que se nos está ofreciendo son novelerías, pero esas novelerías están sacrificando la consistencia, el rigor y la sobriedad que deben tener las instituciones del Estado. De todas maneras hay una cosa positiva: vivíamos en una situación de total anormalidad porque el que hacía de órgano legislativo no fue elegido para eso. Ahora por lo menos vamos a tener personas que fueron elegidas y eso es un paso positivo porque estamos regresando a un orden constitucional.
¿Por qué está aquí?
Su experiencia. Es antropólogo.
Se especializó en teoría política y política comparada de los países andinos. Es profesor de la Flacso.
Su punto de vista. Sostiene que el nuevo sistema político del Estado permitirá que en la Asamblea Nacional se repitan viejas prácticas legislativas.
¿De qué depende que un organismo como la Asamblea sea un cambio con relación a entidades anteriores?
Una institución puede ser nueva, pero depende del contexto. Entonces tenemos algunos detalles como la creación de otros órganos. Hay algo nuevo, pero no son novedades que nos deparen esperanzas de mejoría.
Antes de la instalación de la Asamblea ya han existido contactos entre el Gobierno y diputados independientes, ¿las condiciones que se han fijado para llegar a acuerdos dan indicios de que se vuelve a las viejas prácticas partidistas ?
No sé si son partidistas. Por el contrario, veo que son mucho más personalistas. Al hablar de partidistas es como si los partidos fueran malos, pero los partidos no son malos y ojalá que los hubiera. Creo que son prácticas oportunistas y personalistas que son viejas. El sistema político anterior no estaba dañado por los partidos, sino porque su conducción estaba subordinada a ese tipo de prácticas.
Por la forma en que el bloque de Gobierno busca armar una mayoría legislativa, ¿se puede visualizar un acuerdo duradero?
Creo que no va a ser muy estable. Van a estar entrando y saliendo (de la mayoría) según la conveniencia de los grupos particulares a los que estén vinculados (los asambleístas). No se trata de ser profeta, pero no veo bases sólidas. Lo único que unifica a País es una retórica, que es un concurso de palabras que se va jalando en un sentido u otro, según la conveniencia.
¿Parte de esa retórica son medidas como limitar los decibeles con los que pueden hablar los asambleístas o restringir la fiscalización para evitar que sea un show?
La retórica se refiere a poner el buen vivir en todas partes. En cambio, estos trucos, estas medidas, pretenden controlar al Legislativo, al que tienen mucho miedo. En un régimen tan presidencial como este lo que deberían hacer para ganar confianza es controlar al Ejecutivo. ¿A quién se le ha ocurrido poner medidor de decibeles al Presidente? Si no ponen al Presidente, ¿por qué deben poner a los demás? Creo que son juegos, son un intento de ofrecer algo nuevo, pero no es eso lo que nos falta. El problema del Congreso no es que se grite mucho, el problema es que faltan ideas y programas y que la argumentación no tiene una capacidad propositiva. La fiebre no está en las sábanas. No son medidas que produzcan un cambio.
¿Por qué si hay un régimen presidencial tan fuerte se tiene miedo a la Legislatura?
Hay algo que es curioso: aquel que aparece muy fuerte, que hace ostentación todo el tiempo de poder muchas veces es el más débil. La persona que no tolera la crítica es el más débil. A una persona que tiene fuerza y consistencia se la puede criticar. Todo lo que ha sucedido en el Régimen es una lógica de que no se puede gobernar si no es con una aplanadora. La Constitución coloca al Presidente en una situación en que solo podrá gobernar si tiene mayoría avasalladora y eso se está yendo de las manos.
¿De ahí se entiende por qué la nueva Ley de la Legislatura restringe capacidades como la fiscalización?
Claro, es tratar de desarmar. En este esquema el equilibrio de los poderes se diluyó, se fragmentó. Entonces tenemos una situación en que hay mucho recelo de la capacidad de fiscalización.