El reciente aumento de tasas de interés no fue hecho para reducir el consumo; fue hecho para que los bancos puedan reabrir el crédito a sectores de pocos ingresos, considerados de más riesgo por aquellas entidades. Por eso, el alza más grande fue para los tarjetahabientes con un cupo de consumo menor a US$ 1 500. De ahora en adelante ellos pagarán nada menos que 27% anual por las deudas que contraigan. Si la autoridad hubiera querido bajar el consumo, hubiese reducido su enorme gasto fiscal y no hubiera permitido que se entreguen mensualmente los fondos de reserva, un dinero que irá directamente al torrente del gasto.
Aquello de la reducción del consumo es más un argumento político que técnico. Busca evitar que se diga que el Gobierno cedió a las presiones de la banca que necesitaba cobrar más por sus préstamos, porque el deterioro de la economía ha incrementado el riesgo crediticio. En principio, un aumento de las tasas de interés sí reduce el consumo. El problema es que el nivel y la duración de ese efecto dependen de varios factores. En primer lugar, de qué tan rígidos sean los rubros de consumo. Por ejemplo, los gastos en educación (matrículas y pensiones) o en salud (seguros, tratamientos) son erogaciones difíciles de eliminar. En aquellos casos, el aumento de los intereses no reducirá el consumo, sino que lo encarecerá, afectando, con ello, a la clase media del país.
Otro factor que influye sobre el consumo es si el aumento de la tasa de interés real es permanente o no. Si la inflación sube, el incremento aprobado se diluirá; por tanto, el consumidor preferirá seguir gastando porque obtendrá poco -o incluso nada- por sus ahorros. En ese caso, un aumento de la tasa de interés solo producirá una reducción temporal del consumo.
¿Qué tan probable es que la inflación suba? Durante los últimos años, los precios no se han disparado gracias a que la economía ha podido desfogar, vía importaciones, la enorme cantidad de dinero que este Gobierno ha inyectado a través del gasto.
Si las autoridades continúan cerrando la economía, ese dinero ya no se irá fuera, sino que comenzará a presionar los precios internos. A veces, las espirales inflacionarias incentivan el consumo porque las familias prefieren adquirir hoy bienes y servicios que mañana serán más caros. Eso sucede en Venezuela, un país con elevados niveles de consumo (por el enorme volumen de gasto público) y una de las inflaciones más altas del mundo.
El último ajuste a las tasas de interés fue una decisión correcta porque sincera el costo del dinero y el nivel de riesgo en el país. Que esa medida vaya a reducir el consumo es dudoso todavía, porque -insisto- el Gobierno no da muestras de querer bajar el gasto público. Habrá, eso sí, un redireccionamiento del ese consumo hacia bienes más baratos y de menor calidad.