Redacción Agromar
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En el mundo de la fiesta brava se habla de toros y toreros, pero cuando se trata del toreo a caballo se habla de rejoneo y, sobre todo, de caballos toreros.
Este año vino a las fiestas de Quito el rejoneador español Álvaro Montes, acompañado de Jamo, Cuzco, Chambao, Maestro, Coquito y Manzanares. Son seis de 14 caballos que componen su cuadra. Un buen número, pues la mayoría de los rejoneadores que han venido a Quito ha traído menos ejemplares.
Viajar con caballos de un continente a otro no es fácil. Ellos pasan una larga temporada en Sudamérica. Esta puede empezar en Lima, continuar en Quito y terminar en varias ciudades taurinas de Colombia.
Los de Álvaro Montes salieron desde Jaén (España), pasaron a Fráncfort (Alemania) y Portugal, hicieron dos escalas en Brasil (Viracopos y Curitiba), para embarcarse en un avión de carga con destino a Quito, acompañados de un veterinario. En total fueron cinco días de viaje. Una vez en Quito se alojaron en las pesebreras de una finca, en la vía a la Mitad del Mundo, para su aclimatación y entrenamiento.
Los caballos toreros son verdaderos atletas y requieren de una continua preparación que consiste en ejercicios de doma en un picadero y simulaciones de la faena con el toro. Es el propio rejoneador quien se ocupa de este riguroso trabajo, puesto que ambos se convertirán en uno solo, como un centauro, a la hora de vérselas en el ruedo.
Montes entrena sus ejemplares con la sobriedad y parsimonia del jinete que domina la doma clásica. “Me siento más un entrenador que un torero”, dice.
Como novedad, es sobresaliente el uso de la garrocha: una vara de 3,50 metros que hace parte de la tradición para lidiar ganado a campo abierto.
Dice que es una suerte muy antigua, propia de los mayorales en las fincas en el acoso y derribo. “La puso de moda Javier Buendía, quien fue mi maestro, aunque Ángel Peralta ya la había sacado. En la actualidad soy el único en parar con la garrocha. Para hacerlo adecuadamente hay que estar bien apoyado en ella y esto puede tener sus riesgos: puede desequilibrar al jinete y al caballo, pero también puede evitar una cornada”. Esta suerte la ejecuta con Jamo, un caballo de tres sangres.
Hablando de sus caballos sostiene que “a algunos se les coge gran cariño”. Después de un largo silencio confiesa su preferencia por Chambao: “Tiene una personalidad única”. Este bayo hispano-luso es arrogante, ágil y fogoso, y se presta para los quiebres y los saltos espectaculares. Es la estrella de la cuadra.
Para cada tercio (diferentes momentos de la lidia) hay que tener un caballo con habilidad y condiciones especiales: velocidad en la salida, arte y espectáculo para las banderillas y valor a la hora de matar. “Encontrar el buen caballo de salida es lo más difícil. En general busco que tengan corazón, movilidad, una propia personalidad y que pongan su confianza en mí”. Hay que anotar que la velocidad inicial del toro es superior a la del caballo. A Montes le gustan los que provienen de la prestigiosa ganadería de José Benítez Escudero.
A pesar de que los rejoneadores tienen al pura raza lusitano (portugués) por el caballo torero por excelencia, Álvaro Montes prefiere el hispano-árabe y los cruces en general: hispano-luso, anglo-luso y el tres sangres (yeguas hispano-árabes con sementales pura sangre inglés).
Incluso dice que algunas yeguas tienen algo de cuarto de milla. En su finca cruza un lusitano puro de origen Ortigón (una ganadería portuguesa) con yeguas españolas de Peralta.