Miguel Laíne buscaba a su hija en la Zona Cero de Tarqui 18 días después del terremoto

Miguel Antonio Laínes junto a la rescatista mexicana Paola Moffitt, del quipo de Topos Adrenalina de México. Foto: Dimitri Barreto / EL COMERCIO

Miguel Antonio Laínes junto a la rescatista mexicana Paola Moffitt, del quipo de Topos Adrenalina de México. Foto: Dimitri Barreto / EL COMERCIO

Miguel Laíne busca a su hija en los escombros del Centro Comercial Navarrete en la parroquia Tarqui, de Manta. Foto: Dimitri Barreto / EL COMERCIO

Los enjambres de moscas pasan como ráfagas por la Avenida 109, la del Mercado Municipal de Tarqui, pero no hacen mella en Miguel Antonio Laíne, de 75 años, con un par de gafas industriales en las manos y una mascarilla de papel en la boca. El jubilado, exelectricista de la fábrica Ales y de la planta de agua potable, no quita la vista de Fernando Pincay, el maquinista de la excavadora Cat 320-D que cumple la misión más aguardada en Manta: remover lo que queda del otrora Centro Comercial Navarrete de la parroquia Tarqui.

El colapso de esa estructura, un montículo de hormigón, varillas y papelería, entre el esquinero Banco Pichincha (una torre de cinco pisos –tenía seis- que se ha inclinado hacia el sur) y el Mercado Municipal (de dos plantas, todavía con basura en sus alrededores), es el mayor daño del área urbana en Manta por el sismo de 7.8 grados, que en esta ciudad al borde del mar Pacífico segó 210 vidas el 16 de abril. En el Navarrete, un hotel (64 habitaciones) y centro comercial (librería, papelería, bazar) fallecieron 92 personas; otras 32 fueron halladas con vida.

“Pienso que está ahí”, dice Laíne, padre de seis hijos. Desde el 16 de abril, él busca a su hija Mayra Juliana, de 23 años, quien llevaba apenas cinco días trabajando en la papelería Navarrete, en el piso 2 de la edificación, cuyos cinco niveles se hundieron como un acordeón en la Zona Cero de Tarqui, ahora militarizada por 200 hombres que llegaron desde Guayas.

Miguel Antonio Laíne junto a la rescatista mexicana Pola D. Moffitt, del quipo de Topos Adrenalina de México. Foto: Dimitri Barreto / EL COMERCIO

El acceso al lugar está prohibido; Salud emitió una alerta por contaminación. Pero desde el 5 de mayo, 1 080 comerciantes y habitantes obtuvieron un salvoconducto para retirar mercadería y bienes en la Zona Cero, 40 manzanas con los postes de cemento quebrados como barquillos, las paredes desencajadas, los pisos de edificios con las columnas desprendidas, entre un olor inaguantable a materia orgánica en descomposición y moscardones.

Sellos verdes, amarillos y rojos del Ministerio de Vivienda (Miduvi) dan cuenta del estado de la devastación en cada casa. El rojo significa “inseguro” y es un indicativo de necesaria demolición. Pero esta tarea no se había iniciado en la Zona Cero de Manta. Jorge Zambrano, alcalde, dice a EL COMERCIO que con la intervención en el edificio Navarrete arranca el derrocamiento en Tarqui. Hasta las 12:30 del miércoles 4 de mayo del 2016, según el COE de Manta, se autorizaron 131 demoliciones.

¿Y cuándo se hará la limpieza? “Va en paralelo, empezamos a limpiar la basura y a limpiar los escombros”, sostiene Zambrano; serán necesarios de “20 a 30 días para la recolección de todos los escombros”.

El uso de excavadora no se recomienda en la búsqueda de personas vivas. “Es difícil sobrevivir, por las condiciones del colapso de la estructura, luego de 18 días, en este lugar”, explica la rescatista Pola D. Moffitt, coordinadora de los Topos Adrenalina de México, quien conversa con voz dulce: “Don Miguel, ¿cómo está su señora?”. “Mal; ella piensa lo peor”, responde. Con la intervención en Navarrete, Moffitt concluye dos semanas de tarea en Manta; este jueves 5 retorna con su equipo al DF. Cinco antropólogos, de Costa Rica, Uruguay, Nicaragua y Perú, también llegan a la zona de búsqueda de la joven, vestidos con chalecos de la Fiscalía, para certificar el hallazgo de más cadáveres en la Zona. A las 16:00, luego de siete horas de tarea, Pincay apaga la excavadora; este jueves prevé retomar los trabajos.

Labores de remoción de escombros en la Zona Cero de la parroquia Tarqui, en Manta. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

“Aquí no hay nada, creo que (Mayra) está en un hospital perdida el conocimiento”, se aferra Miguel Antonio. “Mija estaba egresada de Ingeniería en Auditoría de la Universidad de Manta”, destaca y extiende sus manos doradas con la fotografía de Mayra el día de su graduación de bachiller, con muceta azul. “Dos días después del terremoto sonaba el teléfono celular sin que contestara, después ya no”, lamenta Anthony, de 21 años, hermano menor de Mayra, antes de guardar la foto en una funda que ajusta con cuerdas negras.

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