Redacción Sociedad
Juntos suman 88 años como docentes. El menor, Vinicio Gavilanes lleva 15 de sus 38 años; Ximena Villegas, 31 de 52; y Raúl Yánez, 42 de 64. Coinciden en que su capacitación ha sido resultado de un esfuerzo personal.
En el país, el 32,56% de los profesores fiscales, fiscomisionales, municipales y particulares tiene una licenciatura en Educación. El 12,50% es bachiller. Solo el 2% tiene un doctorado en ciencias de la Educación. El 9,45% se graduó en institutos pedagógicos y es profesor primario. Esto, según el Censo Nacional de Instituciones Educativas de 2008.
Villegas es docente normalista del Manuela Cañizares. En la Universidad Central se graduó de licenciada en Físico Matemático y se doctoró en Pedagogía hace 25 años. Empezó como maestra de escuela y de colegio fiscal, luego ganó una plaza en el Municipal Fernández Madrid.
Daba matemáticas y estaba cómoda, pero participó en un concurso para ser coordinadora pedagógica. Para ello, a través del Internet, estudió un doctorado en investigación socioeducativa.
“Luego se pusieron de moda las maestrías”, dice. Con Santillana siguió una, con crédito del IECE. Por ser madre de dos chicos (hace cuatro años tenían 18 y 12 años), la siguió tres días semanales, de 03:00 a 05:00. Su esposo, Eduardo Arias, profesor de sociología del Colegio Mejía, la apoya. Hoy estudia Excel en Internet, a las 20:00, en el Instituto de Capacitación Municipal.
Yánez es otra historia. Es maestro de quinto año en la Escuela Odilo Aguilar, adscrita a la Universidad Central. Es bachiller en Ciencias de la Educación, del desaparecido Normal Cardenal de la Torre. Forma parte del 5,49% de docentes fiscales (6 735 de 122 617) en ese nivel.
“Traté de seguir mis estudios, me gustaron Periodismo y Filosofía, pero me dediqué a tiempo completo a la docencia, desde los 17 años”, señala y admite que está en el dilema de seguir una carrera universitaria o jubilarse.
Yánez cuenta que sus colegas analizan si más del 50% de sus alumnos no domina un determinado contenido. “Si fallamos, al terminar un año, a veces nos sentimos insatisfechos. Le pedimos al compañero que seguirá con nuestro paralelo que nos ayude a completar esa destreza”.
No le queda tiempo para estudiar. Su agenda se divide entre las clases hasta las 12:30 y la actividad de secretario de prensa y propaganda en el MPD.
Vinicio Gavilanes tiene un trabajo seguro en el Colegio Particular La Providencia, desde los 23 años (tiene 38). Comenzó con el título de analista en sistemas del Instituto Tecnológico de Computación Quito. Pero pese a su licenciatura, maestría e ingeniería, navega en Internet en busca de más preparación.
Por cuatro años estudió de 17:00 a 21:30 una licenciatura en Ciencias de la Educación, especialidad Informática, en la U. Central. “Fue un gran cambio, aprendí pedagogía, psicología, filosofía… Abrí los ojos sobre cómo tratar a los estudiantes. Una cosa es la carrera técnica, prender la computadora y otra trabajar con el ser humano”.
Gavilanes convalidó las materias y culminó una ingeniería en Gestión Informática en la U. Autónoma de Quito; en la Israel cursó una maestría en Sistemas Informáticos Educativos, de la cual realiza la tesis. “Saber que un amigo estudiaba vía Internet procesos educativos virtuales me motivó a postular y a ganar una beca. No competimos, nos motivamos para aprender más herramientas educativas”.
Punto de vista. Juan Pablo Bustamante/ Experto de la Unesco
‘La formación debe replantearse’
En este año, el Gobierno ha hecho importantes esfuerzos con capacitación en técnicas de lectura. Vale destacar esa iniciativa.
Pero hay falencias en la formación docente que no se resuelven con una capacitación. Hay que empezar a discutir sobre la formación docente. Tenemos los institutos pedagógicos que cubren la oferta histórica del colegio fiscal o antiguos normales y por otro lado, la universidad.
No se puede pensar en un solo estándar de capacitación para todas las edades y segmentos. Es diferente uno de primero o segundo de básica que otro de bachillerato, uno joven u otro con 30 años de docencia. Se requiere una propuesta de política de formación a largo plazo, para lo que se necesita saber qué queremos. Esa es una decisión del poder político y de fuerzas como empresas privadas, academia, ONG, maestros… No es un problema entre UNE y Ministerio.