Bublé es el ‘showman’ de los ritmos del ayer

De la corresponsal Nueva York

Michael Bublé anuncia el Madison Square Garden y hacia allá enfilan los románticos neoyorquinos. A él se llega a sabiendas de que el artista ofrece el pop y el jazz del ayer.

Sus disonantes movimientos no hacen justicia con su privilegiada voz, pero tiene la habilidad de crear una atmósfera de nostalgia pura, cuando afuera todo indica que para lo que menos hay tiempo y espacio es para ese tipo de sentimentalismos.

Feeling Good, con el perdón del pleonasmo, es el exquisito manjar para los oídos contemporáneos, que darían todo por estar en el bar de un casino con una copa de martini en los labios y Frank Sinatra susurrándoles.

Come flight with la popularizó Frank Sinatra. Bublé la hace suya y con ella vuelve la era del swing, que puso a bailar mejilla contra mejilla con Duke Ellington, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong.

Este trovador moderno, siempre de terno y corbata, aunque no con sombrero, llena estadios y coliseos desde Canadá hasta Australia, con su ensamblaje de saxofones, trompetas, trombones, además de clarinetes, guitarras, piano y batería.

Su música es de la vieja escuela pero contemporánea en actitud. Su timbre vocal adquirió independencia  con su tercer álbum ‘Call me irresponsible’ , hasta el punto de convertirse en símbolo sexual entre sus seguidoras.

Y él que se declara un loco a morir por Sinatra y Bobby Darin con Crazy little thing called love, deja que su voz libremente juegue al estilo Elvis Presley.

Hace siete años  cantaba en centros comerciales y en bares de sillas contadas con los dedos de la mano. Hoy recorre el mundo y con su voz suave puso en el mercado su última producción Crazy love (Loco amor).

En su última producción vuelve con Sinatra, pero no al punto de postrarse a los pies del ídolo ausente. Su nuevo álbum sigue navegando en el mar del pasado y se estaciona en Cry me a river , un puerto riesgoso que con Bublé se convierte en la balada masculina de ese himno de amor dolorido, que la cantante Ella Fitzgerald  inmortalizó en los años cincuenta.

Bublé, sin llevar la comparación al filo de la invención, es para eljazz lo que Luis Miguel fue para el bolero. Dos viejas expresiones musicales que en esas voces recuperan su estatura entre las nuevas generaciones.

Porque si la música es  un constante volver al pasado para confeccionar al presente, a Bublé la fórmula le está dando réditos, tanto que su versión de Feeling Good compite a la par con las voces clásicas de Nina Simona y Sammy Davis Jr.

Depende de las exigencias del oído pero la verdad es que al protegido del gran Paul Anka, no lo hace nada mal. El último de los grandes Tony Bennett, lo confirma: “Bublé es el mejor cantante joven que lleva la antorcha de la época musical anterior al rock”.

El hijo de un pescador de origen italiano, que comenzó cantando en los bares de pueblo, ha contraído la peculiaridad de resbalar suavemente entre el jazz y detenerse en el bossa nova, el bolero y el pop.

Todos estos ritmos acontecen como actos sucesorios que no tienen fronteras muy marcadas y que intencionalmente o no consiguen mantener el gusto por Kissing a Fool, Save the last dance for me y Home, esa canción de los enamorados a la distancia.

Sobre el artista

Bublé nació  en la pequeña ciudad de Burnaby, en Canadá, en 1975. Es hijo de pescadores de salmón y parte de su adolescencia pasó haciendo ese trabajo.

Tiene cuatro CD.  El último se llama Crazy Love; fue lanzado  en octubre pasado. Ha vendido más de 20 millones en canciones. Es ganador de un Grammy y de varios premios Juno, los más importantes reconocimientos de la música en Canadá.

Sus canciones  han llegado a los puestos número uno en Líbano, Inglaterra y Australia. En Estados Unidos sus conciertos empiezan a atraer a miles de personas en el Madison Square Garden y en Radio City Hall. En marzo volverá a ésta ciudad.

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