Luiz Inacio Lula da Silva, expresidente de Brasil. Foto: Archivo
Hoy, 27 de octubre, en su aniversario número 70, el expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva vive su peor momento político desde que se convirtió en 2003 en el primer presidente obrero de la historia del país.
El dirigente sindical que fundó el gobernante Partido de los Trabajadores (PT) en 1980 y lo llevó al poder 23 años después se encuentra hoy acorralado entre graves denuncias de corrupción que lo salpican a él y a su familia; una grave crisis que mantiene en jaque al gobierno de su “ahijada” política, Dilma Rousseff; y un visible deterioro de su proverbial poder de seducción de masas.
Fue el lunes, en las vísperas de su cumpleaños, que la Policía Federal transpuso por primera vez la frontera privada del exmandatario de izquierda. En el marco de un operativo que investiga una red dedicada a evadir impuestos a través del pago de sobornos a consejeros del Ministerio de Hacienda, los agentes ingresaron para confiscar documentos en la empresa LFT Marketing Esportivo, que pertenece a su hijo Luís Claudio Lula da Silva.
La empresa LFT está bajo sospecha de haber sido usada para recibir sobornos a cambio de ejercer influencia en el gobierno de Lula, en 2009, para que promulgara una ley que extendió hasta fines de este año una serie de beneficios fiscales concedidos a la industria automotriz.
No es la primera vez que la biografía del extornero mecánico que gobernó el país entre 2003 y 2010 fue vinculada a acusaciones de corrupción. Su primer mandato se vio sacudido por el famoso escándalo del “mensalao”: una red de compra de votos parlamentarios que puso tras las rejas a primeras figuras de su gobierno y emblemáticos referentes del PT.
Ahora, en su calidad de expresidente, Lula está siendo investigado por sospechas de haber incurrido en tráfico internacional de influencia en favor de la mayor constructora del país, Odebrecht, cuyo presidente está encarcelado por sus implicancias en el escándalo de corrupción en la estatal Petrobras.
En dicha acción, Lula está denunciado por haber intermediado presuntamente para que gobiernos de países como Cuba, Angola y República Dominicana, entre otros, contrataran a Odebrecht para obras de infraestructura financiadas a tasas mínimas de interés por el banco de fomento brasileño BNDES.
El torrente de denuncias se enmarca en la grave crisis política y económica que atraviesa el gobierno su sucesora, quien asumió su segundo mandato en enero y este año se convirtió en la presidenta con menores índices de aprobación de la historia: cerca del 70% de rechazo y un ínfimo 10% de aprobación.
Paralelamente, Rousseff enfrenta casi una veintena de pedidos de apertura de juicio político en su contra, con miras a que sea despojada del poder. Es con ese mar de fondo que el antológico carisma del expresidente comienza a dar señales de deterioro, y el otrora “intocable” líder izquierdista se encuentra en un punto de inflexión.
Por un lado, es el político con mayor número de votos “cautivos” de cara a las elecciones presidenciales de 2018, entre todos los potenciales candidatos. Por otro, es el que tiene el mayor porcentaje de electores que aseguran que no lo votarían “de ninguna manera”, según datos del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (IBOPE) conocidos el lunes.
El comienzo de la corrosión de su idílica popularidad dio una primera muestra en agosto, cuando en una jornada de protestas contra el gobierno de Rousseff, un muñeco inflable con el rostro del exmandatario, vestido de presidiario, encabezó los actos en Brasilia por iniciativa de uno de los grupos de la sociedad civil que defienden la salida de Rousseff.
Se trató de un claro símbolo del divorcio entre el exmandatario y las masas que lo despidieron de la Presidencia en 2011 con índices históricos de popularidad. Si se toma en cuenta su pasado de extrema pobreza, su infancia de niño trabajador, su imposibilidad de estudiar para ayudar a su madre a mantener a sus muchos hermanos, el hambre, el frío y las penurias que marcaron su vida, no puede decirse que éste sea su aniversario más penoso.
Pero seguramente sí lo es desde que inició en el sindicato de los metalúrgicos de Sao Paulo una carrera política que lo llevó no solo a presidir al “gigante” sudamericano, sino a hacerlo además con el apoyo y la admiración del resto del mundo, como quedó demostrado, entre muchas ocasiones, en 2010, cuando la revista “Time” lo consideró la personalidad más influyente del mundo.