Se toma apresuradamente una decisión, sin medir las consecuencias que genera. Luego se sale ante la prensa para dar absurdas explicaciones: Que el honor del Presidente de la República está en juego. Que nada se tiene contra el gobierno encabezado por el señor Obama, sino es la actitud de la embajadora. Lo cierto es que estamos cada día peor, con un jefe de la diplomacia (Rafael Correa) que no cuenta con el equipo nacional apropiado de gente preparada en política exterior para insertar, nuevamente, a Ecuador entre las naciones con directrices claras en el ámbito internacional. Tiene pésimos asesores en derecho internacional, entre los que se incluyen un par de extranjeros que saben nada de relaciones internacionales.
La supuesta amiga del Presidente Correa, la señora Hillary Clinton, cabeza de la diplomacia estadounidense, adoptó la misma medida que Ecuador: declaró persona no grata a nuestro embajador en Washington. ¡Era lo mínimo que podía hacer!, pero el Canciller no se lo imaginó. Como tampoco meditó que el comercio con esa nación se vería seriamente afectado. Y todo esto lo pagaremos los ecuatorianos. ¿Por qué? Por cuanto por algún tiempo muchos de los productos nacionales dejarán de ser competitivos, en términos de precio de venta al público, con otros similares que llegan a Estados Unidos procedentes de países que cuentan con un tratado de libre comercio, o se han visto beneficiados por tratamientos arancelarios especiales.
Ante esto, el gobierno, con el dinero de nuestros impuestos ya está pensando (¡lo que es un eufemismo!), en medidas paliativas para que los exportadores ecuatorianos no se vean golpeados por los nuevos costos arancelarios que sus productos tendrán cuando toquen suelo norteamericano. Dicen que entregarán un abono tributario “que funcionará como compensación por el pago de los aranceles”.
En otras palabras, para que los productos (flores, atún, camarones, fruta, vegetales, entre otros) sean competitivos y puedan venderse en Estados Unidos, Ecuador entregará “abonos tributarios” a cada exportador, equivalente al valor de los aranceles que gracias a la decisión apresurada de este gobierno, tendrá que pagarse a las autoridades norteamericanas. Este dinero, inicialmente calculado en más de 25 millones de dólares al año, saldrá de nuestros impuestos, y así el exportador recibirá un “bono”. Ahora la política del señor Correa de regalar bonos a cambio de votos se ampliará a otro grupo de ecuatorianos.
El abono es una especie de subvención al exportador, que podría ser calificada como práctica antimercado, y declarada “dumping”, lo que ocasionaría que los productos con abono no ingresen a EE.UU.’ ahí si, “bota jodiendo”.