El bloqueo de Cuba

La reciente visita a Cuba del expresidente Jimmy Carter —hombre bondadoso y progresista— ha reactualizado el tema del bloqueo.

En los 60, a raíz de la nacionalización de empresas norteamericanas por el gobierno revolucionario, y se institucionalizó en el 92 cuando el Congreso de los EE.UU., a través de la "Cuban Democracy Act", impuso el bloqueo económico, comercial y financiero contra la isla con la idea de “buscar una transición pacífica a la democracia y un restablecimiento del crecimiento económico de Cuba”.

Se endureció el bloqueo en 1996 con la "ley Helms-Burton" —propuesta por el senado republicano Jesse Helms y el representante demócrata Dan Burton—, que declaraba "no elegibles" para la ayuda norteamericana a los países que mantuvieran relaciones comerciales con Cuba o le prestaran algún género de asistencia. Las sanciones incluían a los buques procedentes de Cuba, prohibidos de entrar a puertos norteamericanos antes de 180 días de haber zarpado de la isla.

La idea era cercar, aislar y asfixiar económicamente a Cuba.

La ley Helms-Burton contradecía principios fundamentales del Derecho Internacional. A la Unión Europea le preocupó especialmente su extraterritorialidad y decidió no acatarla, sin perjuicio de adoptar una “posición común” con los EE.UU. para promover la apertura política, la libertad de reunión y la liberación de los presos políticos cubanos.

Bill Clinton suspendió varias veces la aplicación de la ley pese a las protestas de los grupos anticastristas.

La opinión pública internacional se pronunció contra el bloqueo. La Asamblea General de las NN.UU. ha aprobado año tras año, por abrumadoras mayorías, peticiones de levantarlo. La Comunidad Iberoamericana lo condenó en su reunión de 1993 en Brasil y, desde entonces, el tema consta en su agenda. La XV Cumbre Iberoamericana del 2005 expresó su "enérgico rechazo a la aplicación de leyes y medidas contrarias al Derecho Internacional, como la Ley Helms-Burton", y exhortó al gobierno norteamericano a que pusiera fin a la acción coercitiva unilateral que afectaba el bienestar del pueblo cubano. La siguiente cumbre, celebrada en Montevideo en 2006, volvió a pedir el fin del bloqueo.

Recuerdo que en alguna fecha de julio 90, durante un almuerzo de cinco personas que nos ofreció el presidente Bush (padre) en la Casa Blanca —ocasión en que conseguí que se incorporara al Ecuador a los beneficios del programa de preferencias arancelarias andinas—, hablamos del asunto cubano. Argumenté que el bloqueo era un acto inhumano que afectaba más al pueblo de Cuba que a su gobierno, como lo probaban los hechos, y que además contradecía la "libertad de comercio" que tradicionalmente habían propugnado los EE.UU. Pero no pude convencer a mi anfitrión de la conveniencia de terminarlo.

Suplementos digitales