La Aviación Naval participa desde el 2012 en el rescate de heridos y enfermos. Foto: Cortesía Armada Nacional
Jeff Bezos fue uno de los pasajeros ‘estrella’ del helicóptero Bell 430, de la Aviación Naval. Pero este viaje no fue de placer.
El multimillonario, fundador y director ejecutivo de Amazon, sufrió un cólico renal el 1 de enero pasado, cuando recorría en su yate la Bahía Academia, en Santa Cruz, Galápagos.
Requirió un traslado urgente al aeropuerto de Baltra, donde lo esperaba su jet privado.
“Los aeropuertos de Galápagos son diurnos. Esa alerta se dio a las 17:30, casi al ocaso. Si se lo transportaba por mar o tierra no hubiese llegado a tiempo para salir en su jet.
Fue una misión contrarreloj que realizó la dotación anterior”, explica el capitán de corbeta de la Aviación Naval, Marco Mesa, quien comanda a la actual tripulación.
El día del rescate de Bezos, por la mañana, otras dos personas fueron evacuadas en el mismo helicóptero: una mujer por problemas de parto prematuro y un niño por politraumatismos, ambos desde Isabela.
Ellos son parte de las más de 150 personas que recibieron ayuda gracias a un convenio entre los ministerios de Defensa y Salud. Desde el 19 de agosto de 2012, cuando arribó el Bell 430 a la Base Naval de San Cristóbal, la Armada colabora con el traslado de turistas, pescadores y pobladores que reportan emergencias médicas en el archipiélago y en alta mar.
“Hemos rescatado a personas que, según los médicos, no hubieran podido llegar a puerto en buenas condiciones”, indica Mesa, quien acumula más de 3 000 horas de vuelo.
Las urgencias, en su mayoría, son reportadas en Isabela y Floreana, islas que solo cuentan con pequeños centros de salud. Los pacientes son trasladados a los hospitales República del Ecuador, en Santa Cruz; o al Oskar Jandl, en San Cristóbal.
Esta misión de vida o muerte está a cargo de un equipo de la Dirección Regional de Espacios Acuáticos y Guardacostas Insular (Dirgin). El comandante Édgar Andrade explica que, adicionalmente, realizan sobrevuelos para el control de la reserva marina y por seguridad aeromarítima.
Las hélices del Bell 430, de matrícula HN-407, se proyectan con el sol, sobre la pista del helipuerto de San Cristóbal. Es casi el atardecer. La tripulación está lista para el despegue. El capitán Mesa desliza la aeronave sobre el asfalto hasta superar los 150 pies de altura.
10 rescates en alta mar
Los rescates mar adentro, desde buques, yates o veleros, son más complicados. Wilson Bohórquez, teniente de navío de la Aviación Naval y copiloto, explica que la planificación arranca cuando reciben el pedido de auxilio de la estación costera de Puerto Ayora, en Santa Cruz.
Con las coordenadas exactas, definen la ruta y distancia en un mapa instalado en el Centro de Operaciones de la Dirgin. Antes de despegar distribuyen la tarea entre la dotación, integrada por el sargento primero de aviación Bolívar Gómez, los sargentos segundo de aviación Roberto Suárez y Orlando Ricardo; y el cabo primero Clemente Quiroz. Cada uno tiene su misión específica.
Una vez en el aire, se aproximan a las embarcaciones. Los pilotos ubican el helicóptero a unos 50 metros de altura de la cubierta del buque. Con la ayuda de una grúa que soporta unas 300 libras, baja el rescatista. La maniobra toma alrededor de cuatro minutos.
El Bell sobrevuela el área cercana hasta que el paciente sea colocado en una silla especial. Una vez listo, lo elevan. A bordo es chequeado por un médico de la tripulación, mientras los pilotos regresan para recoger al rescatista y volver a una de las islas más pobladas.
Misión cumplida.
El rescate en alta mar toma unos 20 minutos, fuera del tiempo de viaje del helicóptero hasta el sitio.
“En promedio, una operación a 120 millas toma unas dos horas con 20 minutos. Un buque a esa distancia, que va a unos seis u ocho nudos, tardaría 24 horas en llegar a puerto. Es una diferencia abismal. En este tipo de rescates, el tiempo es vital”, afirma Bohórquez, que suma unas 1 500 horas de vuelo.
Hasta ahora han realizado 10 rescates en alta mar, algunos tan complejos como cuando aterrizaron sobre la cubierta de un buque japonés. Otro caso fue reportado por el Eastern Pacific, el 5 de febrero. El capitán del barco informó que uno de sus navegantes llevaba dos días con dolor abdominal intenso; pensaban en una apendicitis. Así que volaron a 135 millas de distancia para ayudarlo.
En marzo pasado, el yate San José dio el llamado urgente de alerta. Un turista danés presentó un cuadro de hemorragia cerebral y de inmediato fue trasladado a una de las islas para luego viajar a Guayaquil.
El operativo de salvamento más reciente fue el sábado pasado.
A 136 millas de la isla San Cristóbal, el buque pesquero Tunamar, de bandera panameña, comunicó por su sistema de radio que dos de sus tripulantes resultaron gravemente heridos, a causa de una explosión.
Tras el grave accidente, uno de ellos falleció. El segundo fue evacuado a tiempo hacia la isla Santa Cruz, para que fuera atendido. Tenía varias quemaduras de segundo grado.
En contexto
Cuando se presentan emergencias médicas más complejas en las islas, se pide ayuda para que envíen desde el continente un avión Beechcraft Super King Air 350. Este año se prevé que una aeronave similar esté permanentemente disponi-
ble en la isla San Cristóbal.