Por: Pablo Torres A..
Banksy trabaja en la noche inglesa. Viste sencillamente, nunca olvida una gorra. Pocas personas saben su verdadero nombre, pero su seudónimo es muy conocido, ya que revolucionó el mundo del grafiti. Tanto así, que hasta existe el ‘efecto Banksy’.
Tenga en cuenta
La obra Banksy es un fanático de las ratas. Ha creado series de grafitis en donde estos roedores aparecen haciendo las tareas más sui géneris. Desde hacer explotar bombas hasta capturar las ondas de radio con antenas parabólicas.
También ha trabajado mucho con monos, poniéndolos en oficios extraños.
La polémica En más de una ocasión este artista colocó su obra en los museos más famosos del mundo. Por ejemplo, en el Louvre pegó una piedra con una pintura de estilo rupestre, en la cual se ve a un cavernícola con un carrito de compras de supermercado. El museo retiró la pieza y la leyenda, y luego la reubicó en la exposición permanente.Los datos biográficos de este artista son muy escasos, se estima que nació entre 1974 y 1975, en Yate, una ciudad cerca de Bristol, en Inglaterra. Se supone que su padre es un técnico en fotocopiadoras y que en su juventud estaba aprendiendo el oficio de carnicero, pero se interesó por el grafiti durante el ‘boom’ de la ciudad de Bristol.
Banksy prefiere trabajar en la calle para denunciar “que la vida no es justa, que está llena de mendicidad y de lisiados”. Por eso no se ha dedicado a la pintura de caballete a pesar que es muy diestro para el dibujo. Piensa que el grafiti tiene la posibilidad de llegar a más personas. Es una de las pocas herramientas que tiene la gente que casi no tiene nada para hacerse escuchar. Así lo cuenta en su libro ‘Banging your head against the wall’ (2001), cuya publicación (al igual que todos sus libros) fue financiada por el propio artista.
En sus inicios se dedicaba a pintar las paredes haciendo dibujos a pulso. Más tarde, encontró que era mucho más rápido y daba mejores resultados el uso de plantillas, (‘stencil’, en inglés). Así empezaron a aparecer en las paredes de Bristol y Londres dibujos ingeniosos que retan a la sociedad. Tachos de basura de donde salen cámaras de vigilancia parodiando el sistema de cámaras de video (como el Ojos de Águila) que mantienen a las autoridades bien informadas de lo que hace la gente.
Esas cámaras y las rondas policiales han tenido a Banksy paranoico, pero eso le gusta ya que mantiene su mente trabajando con eficiencia y claridad. En ‘Wall and Piece’ (2005), otro de sus libros, dice que debe estar muy atento a su alrededor porque la línea que separa al grafiti del arte y del vandalismo es muy delgada, y muchas veces ni él mismo ha salido bien librado y ha caído preso.
Lo que pasa es que Banksy ha puesto el dedo en la llaga del capitalismo. Dice que nada va a cambiar en el mundo hasta que este sistema se desmorone, pero mientras tanto, debemos salir de compras al centro comercial para consolarnos. Banksy acusa con su grafiti, señala los defectos ajenos con el dedo, se va contra el ‘establishment’. Ese es su mercado.
Su discurso es ecologista, pacifista, anticapitalista, y si fuera por él implantaría el anarquismo como forma de comportamiento. Vive espantado del hecho que los humanos tienen la tecnología necesaria para hacer desaparecer su propia especie. No cree en que haya excepciones a la regla que todo el mundo se cree una excepción de la regla.
Pero tiene un gran peso sobre sus hombros, ya que su trabajo no ha podido eludir las reglas del mercado: sus obras se venden por miles de dólares (de hecho, Brad Pitt y Angelina Jolie gastaron cerca de USD 200 000 en sus obras), y no han tardado en aparecer un sinnúmero de chucherías con su logo y su trabajo.
De sus relatos se colige que ha aprendido a lidiar con los policías. Si está caminando después de haber grafiteado nunca se detiene ante su presencia, pero si presiente su proximidad mientras pinta las paredes, se oculta en algún lugar y se queda ahí por lo menos una hora. Supone que el diseño del sombrero policial no es gratuito. Dice que el truco está en que la visera oculta las cejas, que son muy delatoras, ya que adoptan distintas posiciones de acuerdo a la situación. Bansky conoce su trabajo.
A pesar que otra parte de su oficio es llenar de belleza a las ciudades del mundo, mantiene su regla de que nunca hay que grafitear en una ciudad en donde los lugareños todavía apuntan con el dedo a los aviones.