Babel en Copenhague

Nadie se entendió en la Conferencia de la Partes Número 15. O mejor dicho, nadie quiso entenderse, para alcanzar un acuerdo realmente vinculante, que comprometiera a todos los países –ricos, pobres, emergentes- a construir un compromiso global para mitigar los efectos que hemos producido los seres humanos sobre el clima. Parece que el mundo tendrá que sufrir graves y descomunales desastres naturales como tsunamis, inundaciones, sequías y luego hambre, antes que los países decidan emprender acuerdos serios y cambios drásticos en su comportamiento que eviten una hecatombe.

Y en esto no puede haber distinciones, pues si bien los altamente industrializados han sido los mayores culpables del desastre en los últimos doscientos años por su acelerado consumo y desperdicio, los países en vías de desarrollo estamos haciendo ahora lo mismo, sin haber aprendido la lección de lo que hicieron los otros. ¿Ustedes ven grandes planes nacionales de reciclaje en Argentina, Colombia, México o Ecuador? ¿Tal vez ven programas de planificación y control de natalidad en India, Bangladesh o América Latina? Qué clase de mundo vamos a heredar a las generaciones por venir… si es que la humanidad no sucumbe antes por haberse comportado como plaga de langostas con la naturaleza.Es que después de 11 días de deliberaciones infructuosas y fútiles, esta columna solo puede ser de indignación.

Copenhague fue una torre de Babel donde todos expresaban criterios distintos y, por supuesto, intenciones distintas. Los europeos pugnando por un compromiso duro  y demostrando que se puede: pues han logrado bajar sus emisiones más que nadie, Brasil e India buscando re-editar el nuevo orden económico internacional, a partir del tema ambiental, pero por otro lado China tratando por todos los medios que no haya topes de emisiones ni medios para sancionarlos, y por último Estados Unidos cuidando solamente que no se les dañe el acuerdo “light” con los republicanos para pasar primero legislación interna, antes de llegar a algún acuerdo significativo. Al final, todos jugaron a no hacer nada, que en lenguaje sencillo significa que unos pocos decidieron a último momento firmar un acuerdo no vinculante para dejar las cosas como están y mover la pelota por dos años más a ver qué pasa.

Para variar, el tristemente célebre Secretario General de la ONU solo estuvo ahí para bendecir el acuerdo de los cinco: EE.UU., China, India, Brasil y Sudáfrica. ¿Y nosotros? América Latina no presentó un frente unido. Brasil se fue uno de los cinco que firmó el acuerdo, los demás países tenían pocas ideas y mucho marasmo.  El Ecuador presentó su iniciativa Yasuní-ITT que, si bien era novedosa e importante, se perdió en medio de un escenario cuasi-caótico. Nos preguntamos qué va a pasar con el mundo ahora, ¿vamos a dejar que intereses mezquinos de los países ahoguen el futuro del mundo, tal como lo conocemos?

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