Redacción Cuenca
Estaba allí sentada en una silla de la sala de Vacunación del Centro de Salud 3 Tomebamba, de Cuenca. Las manos de Gislaine Honores, de 5 años, sudaban y sus brazos descubiertos dejaban ver que su piel estaba erizada. No quería ser inyectada.
El pasado martes, su madre Marielisa Jurado (41) llevó a su hija a esta casa de Salud para que sea inmunizada contra la varicela. Mientras esperaba el turno, escuchaba las súplicas de Gislaine: “Mamita… por favor no me vacunen” y secaba las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
La terapia depende del trauma, intensidad, edad y salud
Pablo Ledesma
Presidente Aso. Ecuatoriana de PsiquiatríaJurado no tenía frases para alejar el miedo de su hija a las inyecciones. Dice que lo adquirió hace un año cuando por una infección le inyectaron un antibiótico que le ocasionó un fuerte dolor. Entonces, las inyecciones se convirtieron en un terror para esta niña, al igual que para la quiteña Anamilé Eusse, de 10 años.
Para los psicólogos, todo ser humano -en un momento de la vida- enfrenta un trauma por un hecho extraordinario. Pero según el médico psiquitra, Pablo Ledesma, los niños y adultos mayores son los más vulnerables porque son más débiles para reaccionar o defenderse. Los hechos lo evidencian, al final Gislaine fue vacunada en medio de su llanto incontrolado.
Ledesma manifestó que los traumas más frecuentes en esta población son por tentativa o violación consumada, accidente de tránsito, ataque de animales, al agua porque alguna vez estuvieron en riesgo de ahogarse.
Josué Rivas, de 11 años, tiene terror a la oscuridad y a la soledad. Él recuerda que hace tres años, una noche que se quedó solo en casa sintió voces extrañas y gritos que venían desde el patio. “Me encerré en el cuarto, me escondí bajo unas colchas y me tapé los oídos”.
De acuerdo con los expertos, hay dos tipos de traumas. El trastorno por estrés agudo y el postraumático. En ambos casos la persona está expuesta a un suceso traumático por muerte o amenaza a su integridad, señaló el psicólogo Gerardo Pacheco.
Las guerras, atentados, emboscadas y catástrofes provocan miedo y horror intenso sobre todo en los adultos. La diferencia entre los dos traumas es el tiempo que se queda en la mente.
El agudo se supera antes del mes. En cambio, el postraumático afecta hasta a la salud de la persona. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo, que posiblemente involucró hasta daño físico, comentó Ledesma, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Psiquiatría.
La mente de la persona revive hasta el mínimo detalle de los hechos de forma permanente. Asume conductas como la de evitar cruzar por el sitio o alejarse de las cosas y personas que le relacionen con ese hecho.
Otros síntomas son sensaciones de control sobre sí mismo y sobre el ambiente físico. Hay una obsesión compulsiva que altera los procesos emocionales y cognitivos. La persona entra en pánico, desesperación y ansiedad, explicó Pacheco.
Galo Jaramillo (13 años), por ejemplo, tiene trauma a los perros grandes porque una vez fue atacado. Susana Andrade, de 32 años, no ha vuelto a manejar un vehículo desde hace seis años porque chocó y el conductor del otro auto quedó mal herido.
En cambio, Karla Quezada (20) no come pescado porque de niña se atragantó con una espina. Carolina Mora (17) no va al mar desde niña. “Una vez mientras nos bañábamos cerca de la orilla se me enredó en un pie unas algas y otras cosas”.
Para Ledesma, esas personas no superaron el hecho vivido porque no buscaron ayuda. Según su experiencia, en cualquier trauma psicológico se interviene con la farmacoterapia (medicamentos y psicoterapia).
Pacheco atendió a pacientes que vivieron traumas fuertes (hechos de violencia) y que los vencieron con la aplicación de terapias cognitivas, manejo de la ansiedad, hipnoterapia y antidepresivos que ayudaron a estabilizar el estado de ánimo.
Según Ledesma, la acumulación de traumas psicológicos empeora la salud en la edad adulta. Por ejemplo, estrés o dolores permanentes de la cabeza, insomnio, dolores musculares, depresión, entre otras.
Los especialistas consultados coincidieron en que cuando los traumas no son tratados suelen regresar en episodios difíciles de la vida: pérdida de algún ser humano o en enfermedades. Además, pudieran tener los mismos efectos adversos en niños y adultos, con la diferencia de que los primeros podrían disiparlos cuando alcancen la edad adulta.