Hólguer Chávez, asambleísta del oficialismo, celebra la aprobación de la Ley de Aguas. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
El legislador de Alianza País, Hólguer Chávez, dio el toque “folclórico” que necesitaba la Ley de Aguas, ayer durante su aprobación. Cargó un jarrón de barro con la leyenda como “agua para todos”. Dentro de él, una bandera nacional.
Chávez se paseaba por el plenario legislativo; el movimiento de su cuerpo, pretendidamente, era una danza. Pocos minutos antes, con 103 votos a favor, 21 en contra y seis abstenciones, la Asamblea finalmente aprobó esta ley en la congeladora desde el 2010.
La Autoridad Única, el Estado como regulador de las políticas públicas de este recurso estratégico y el carácter consultivo para el Consejo Plurinacional del Agua, no dejaron de ser los temas más delicados de la ley al final del debate.
El bloque de Pachakutik quiso alertar sobre el carácter “privatizador” de la ley, según Magali Orellana al levantar un cartel que decía “pueblos y nacionalidades sometidas a la autoridad única del agua”.
El oficialista Miguel Carvajal, ponente de esta ley, sostuvo reiteradamente que esta prohíbe cualquier forma de privatización porque “el agua es un recurso de todos los ecuatorianos”. Pero César Umajinga, el único opositor en la Comisión de Soberanía Alimentaria, insistía en el carácter “mentiroso” de esta legislación porque es “una trampa política”.
Se refería así al Artículo 7 que permitiría en casos excepcionales las iniciativas privadas o de la economía popular solidaria participar en el agua. “El Gobierno será el que decida absolutamente la política del Estado y declarar la excepción y el estado de emergencia” a su voluntad, decía.
Si de mentiras se trata, Carvajal dijo que también las había desde los otros sectores. Estaba rodeado por sus compañeros de bancada, con la voz ronca por haber intervenido tres veces en el Plenario.
Dijo que si la legislación de 1972 impedía la privatización del agua, “permitió una institucionalización caótica que facilitó el acaparamiento de este recurso”. Ahora, el agua no puede ser “esquilmada” por razones políticas, étnicas o religiosas. A pesar de las críticas, “es una ley que fortalece los sistemas comunitarios”, dijo.
Al finalizar la jornada, Rivadeneira fue a la tarima para vitorear la ley. Del otro extremo de la calle, Marco Guatemal agarraba un megáfono. Invitaba a seguir movilizándose, encontrarse con los otros compañeros que arribaron y unirse a aquellos que vienen desde Zamora rumbo a Quito.
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