Redacción Sociedad
Al ascender hacia la atmósfera, forman una especie de manta que cobija al globo terráqueo. También pueden asemejarse a un tejado de cristal de un invernadero.
Se los conoce como gases de efecto invernadero y constituyen un fenómeno natural. Pero la actividad ha provocado serias alteraciones, lo que se conoce también como cambio climático, causando severos impactos sobre la Tierra. Lo peor de todo es que los científicos prevén una catástrofe si no hay un freno a tiempo.
Justo esta será la razón fundamental de la Cumbre Mundial de Cambio Climático que empezará mañana en Copenhague, Dinamarca. Allí hasta el viernes 18, más de 15 000 delegados, incluyendo cerca de 100 mandatarios, de 192 países tendrán la misión de encontrar una salida: establecer límites a las emisiones humanas de los gases contaminantes.
Los científicos agrupados en el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, en inglés) atribuyen a los gases de efecto invernadero la función de ayudar a retener una parte del calor producto de los rayos solares que llegan a la Tierra.
Es decir, -Greenpeace dice en su web- se produce un efecto similar a lo que ocurre en un invernadero. Así este proceso permite que la temperatura promedio de la superficie terrestre se mantenga en 30 grados centígrados.
Caso contrario, la Tierra sería un planeta gélido en las noches y demasiado caluroso en el día. Eso haría imposible que se desarrolle algún tipo de vida, como sucede con Marte. Esto ocurre en condiciones naturales normales.
Sin embargo, esta manta o cobertura sufre grandes perturbaciones ante las cada vez más crecientes emisiones, producto de las actividades humanas.
Estos gases de efecto invernadero están compuestos por el dióxido de carbono (CO2), vapor de agua (H2O), ozono (O3), metano (CH4), óxidos de nitrógeno y los clorofluorocarbonos CFC (ver puntuales).
El CO2 es el más nombrado, ya que se calcula, por ejemplo, cada año el planeta se intoxica con más de 25 000 millones de toneladas. Se calcula que es el responsable de más del 60% del efecto invernadero intensificado (provocado por el ser humano).
Al igual que la mayoría de gases, el CO2 se origina por factores naturales. No obstante, a partir de la Revolución Industrial, a finales del siglo XIX, las concentraciones se incrementaron en un 30%.
Pero, Ivonne Yánez, activista de la Agencia Ecologista de Información durante el taller sobre comunicación y cambio climático, aseguró que el período crítico de emisiones se registró en los últimos 50 años. Hoy China (6,8 millones de toneladas), EE.UU. (6,4 millones) y Unión Europea (5,03 millones) aparecen como los mayores emisores.
Estas emisiones se producen por la quema de carbón, petróleo y gas natural, como combustibles para producir energía y en el transporte. Se suman factores como cambios en el uso de suelo y la deforestación para alimentar a la industria y a los biocombustibles.
En el informe 2007 del IPCC se insiste en que la acumulación y permanencia prolongada de los gases altera el proceso natural. El CO2, por ejemplo, puede permanecer en la atmósfera entre 50 y 200 años, en función de cómo se recicle en la tierra o en los océanos. El metano, en cambio, dura de 10 a 15 años y algunos de los gases fluorados tienen un ciclo de vida de miles de años.
Esta acumulación por el incremento en las emisiones y por el tiempo de permanencia de los gases en la atmósfera hace que el manto se vuelva más denso.
A su vez ese comportamiento impide que el calor producido por los rayos solares que llegan a la Tierra no vuelvan al espacio en un 15% más de lo habitual.
Esa alteración, aunque parezca insignificante, ha hecho que en los últimos 100 años la temperatura promedio del planeta se incremente entre 0,6 ºC y 0,8 ºC.
De acuerdo con seguimientos realizados por el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), en Ecuador existen zonas como la Sierra centro y sur este aumento supera el 1ºC.
Pero las proyecciones de diversas organizaciones científicas como la del Reino Unido son dramáticas. Las mismas calculan que la temperatura en el planeta subiría entre 1,4 °C y 5,8 °C hasta finales del siglo XXI.
Esa alteración irá acompañada por la aceleración del deshielo de los glaciares, lo que a su vez subirá el nivel del mar en al menos 1 metro. Así ciudades costeras como Bangladesh desaparecerán obligando a 150 millones de personas a migrar a mayores altitudes.
En definitiva, los pesimistas aseguran que la vida en el planeta estará en serio peligro. Por eso, Copenhague deberá convertirse en la salvación de la Tierra.