La Cancillería ecuatoriana, a través del mismo funcionario que supuestamente se apresuró al ofrecer la residencia ecuatoriana a Julián Assange y -también supuestamente- fue desautorizado por el Gobierno, informó que tienen gente trabajando en buscar el contenido de los documentos liberados por Wikileaks sobre los entretelones de la política exterior estadounidense respecto del Ecuador.
El Vicecanciller no comparte la posición de quienes consideran que este operativo solo revelará el trabajo que hacen los funcionarios del servicio exterior de todos los países (conversar con fuentes privilegiadas y hacer informes, muchas veces interpretativos y mezclados con espionaje) para conseguir sus objetivos geopolíticos, comerciales e ideológicos.
Cree, más bien, que se trata del miedo que tienen ciertos ex funcionarios de la vieja guardia de que se conozcan detalles de su participación en temas cruciales para el Ecuador como las condiciones para la firma de la paz con el Perú, o el entorno en que se dio el convenio para el funcionamiento de la Base de Manta.
Bien por ello: Wikileaks trae la promesa de ser la llave mágica para acceder a información que los teóricos eternos de la conspiración aspiraban a conocer cuando se desclasificaran en unos años los documentos de la CIA, como declaró el Canciller al referirse a la supuesta participación de grupos estadounidenses en la gravísima insubordinación del 30 de septiembre que se insiste en calificar de intento de golpe, so pena de excomunión.
Por ahora, con la prisión de Assange, no se podrán cumplir los propósitos del Vicecanciller de traerlo para que dé cátedra de “periodismo”, como él califica a la posibilidad de acceder a bases de datos e información clasificada. Wikileaks es, en efecto, un producto de la globalización y la tecnología que ha permitido conocer documentos-denuncia básicos y ha abierto la trocha al periodismo serio, pero no es en sí mismo una escuela de periodismo.
Mientras llega Assange, la Cancillería en particular y el Gobierno en general -que se siente más cómodo en el estado de excepción y con la Ley de Transparencia irrespetada- debieran preparar el terreno abriendo sus bases de datos y poniendo a disposición su correspondencia interna para que el periodismo pueda escarbar en los detalles de la política exterior y en todos los terrenos internos en que no ha podido entrar ni siquiera valiéndose de acciones judiciales.
Y hasta podrían repartir copias de los discos duros de “Raúl Reyes”, que permanecen blindados pese a que ya fueron entregados y recibidos a satisfacción, como parte del repentino -y saludable, hay que decirlo- giro de las relaciones con Colombia. ¿O habrá que esperar a que Assange nos “dé abriendo” esos documentos tan inaccesibles y que quizás nos permitan tener una panorámica más amplia de la actual política exterior?