Los jóvenes aspirantes para ingresar al acuartelamiento coparon un tramo de la avenida Mariscal Sucre, en el sur de Quito, para aprobar los chequeos de rutina. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Más de 1 200 jóvenes de la leva de 1998 se presentaron para el acuartelamiento este sábado, 6 de mayo del 2017, en el Fuerte Militar El Pintado, en el sur de Quito. De ellos, solo 773 podían ser seleccionados para, al final de la tarde, ir hasta el Centro de Instrucción Pichincha, ubicado en Machachi (cantón Mejía, al sur de Quito).
A escala nacional, los 24 centros de movilización recibieron a los jóvenes que aspiran a realizar el servicio cívico militar voluntario en cualquiera de las tres fuerzas, Terrestre, Aérea o Naval. Existen 5 000 cupos, que los ocuparán quienes aprueben las pruebas odontológicas, médico-físicas, pisco-social y de VIH, además de no tener antecedentes penales.
Samuel Clavijo tiene 19 años y es de Quito. Él acudió con el anhelo de ser aceptado dentro de los 773 cupos disponibles en Pichincha. “Yo quiero hacer la conscripción porque quiero servir a mi país y tengo el ejemplo de mi padre que era militar”, contó el joven que esperaba formado en su pelotón.
Su deseo es tener una vida militar, pero primero quiere estar seguro y espera que los seis meses que dura el servicio le ayuden a tomar la decisión de enlistarse en una escuela militar de oficiales o de tropa.
El teniente coronel Freddy Jara, jefe de la Base de Movilización Central, dice que las Fuerzas Armadas motivan a los jóvenes a la conscripción porque en la experiencia reciben formación militar y de valores. Además, les ayuda a decidir sobre su futuro.
Aunque el llamado es solo para varones, diez mujeres se presentaron en el Fuerte Militar El Pintado para ser tomadas en cuenta en el Servicio Militar. “Todavía no está autorizado que el género femenino haga la conscripción, pero tenemos un proyecto en marcha”, señala Jara. A las jóvenes que se encontraron con un ‘No’, se les indicó que si son bachilleres, pueden presentarse en las escuelas de oficiales o de tropa.
Entre las razones por las que las mujeres todavía no son admitidas está –según Jara- la falta de capacitación de los miembros de las Fuerzas Armadas y el presupuesto.
El Fuerte Militar, ubicado en el sur, en la avenida Mariscal Sucre, estuvo lleno de familiares agolpados en la entrada. Todos esperaban ver de lejos a sus hijos, sobrinos y nietos para despedirse, si eran aceptados, o para recibirlos y confortarlos si eran rechazados. De todas maneras, podrán volver a presentarse en el siguiente llamado que será en noviembre.
“Quiero que sea feliz y que se vaya, yo le voy a visitar”, decía Dora Cecilia Villa, quien estaba primera entre las barandas frente al Fuerte. Los dos primeros meses, los jóvenes recibirán instrucción militar en Machachi; luego será la entrega de armas, a la cual podrán asistir sus familias, pero también pueden acercarse los fines de semana.
Una vez concluida la instrucción inicial, se los llevará a diferentes unidades militares en Quito, Ibarra o Santo Domingo.
El sueño de Steven Barrera desde que era niño ha sido ser militar. “Yo les digo a los jóvenes que no tengan miedo, que luchen por sus sueños y que no lo hagan por la plata”, dice el joven. Junto a él estaba Andy Guaca, quien no ocultaba su emoción y expectativa sobre cómo su vida cambiaría en los próximos meses si es aceptado en el cuartel. “Sé que tengo que obedecer en todo y hacer sacrificios, pero eso es lo que quiero: ser disciplinado”, dijo muy convencido en cada palabra que pronunciaba con una sonrisa.
Los 5 000 jóvenes que logren entrar en el Servicio Militar pasarán seis meses en diferentes lugares del país viviendo la experiencia de las Fuerzas Armadas. Al concluir la conscripción y en caso de haber algún conflicto, pueden ser llamados a unirse a las filas.