Redacción Quito
El intenso olor a incienso y la gran cantidad de gente que estaba ayer en la puerta de La Catedral, en el centro, llamaron la atención de fieles, curiosos y extranjeros. La celebración del ritual del Arrastre de Caudas hizo que el templo, en la Plaza Grande, se llene por completo.
Cientos de creyentes veían esta ceremonia como un acto de fe, mientras que los turistas miraban asombrados cómo se desarrollaba este acto católico.
El toque fúnebre que tuvo la ceremonia fue lo que más le asombró a Pet Boed, de Bélgica. El extranjero, que vive cinco años en Quito, vio por primera vez esta ceremonia. Para él, esta clase de demostraciones no se repiten en ningún otro país del mundo.
Los trajes negros de los canónigos, la bandera negra con una cruz roja y la joya de oro que llevaba el Arzobispo en sus manos, fueron los detalles que más sorprendieron a Boed. Aunque él tuvo dificultad para poder ver toda la ceremonia por la cantidad de gente que había en la iglesia.
Mientras Boed miraba atento el lento caminar de los canónigos por los pasillos de La Catedral, Lucas Mashley no paraba de tomar fotos. Él estudiante estadounidense nunca antes había visto una aglomeración de personas por un ritual religioso. “En Estados Unidos las iglesias son pequeñas y no se realizan estos actos”.
Mashley no podía creer que estos rituales ancestrales aún se realizaran en la ciudad. Para él esta es una expresión de la cultura que aún mantiene la gente.
Al mediodía , las bancas y los pasillos de La Catedral estaban llenos. Los fieles que llegaron temprano se sentaron en las bancas para rezar. Mientras que los extranjeros usaron los asientos de madera como gradas para sacar fotografías de la ceremonia.
Mateo Deboa, de Estados Unidos, no pudo ver casi nada del recorrido de los sacerdotes. Él no tenía previsto asistir a este acto, por eso no acudió desde temprano a la iglesia. En el momento en el que los creyentes se arrodillaron para recibir la bendición del Arzobispo, Deboa pudo observar parte del ritual en el altar.
La expresión de sorpresa que tenía su rostro al ver la enorme bandera negra en medio del altar, hizo que Irene Cabezas, ecuatoriana, le explicara parte de la ceremonia. Cabezas usaba sus manos para indicar la importancia que tiene la ceremonia, aunque ayer lo vio por primera vez.
Meggan McGrill tampoco había visto una celebración de este tipo. A pesar de que la estadounidense es católica y habla español no pudo entender mucho del ritual, “la forma de hablar de los sacerdotes” hizo que saliera de la iglesia, incluso antes de que se terminara el ritual. “Es un tema interesante para entender la vida de la gente y su creencia, pero es demasiado lenta y se torna aburrida”. Al salir del templo los turistas aprovecharon para tomarse fotos y tener un recuerdo.