Argumentos de conveniencia

El mundo da la vuelta y en poco tiempo, especialmente cuando la reflexión no ha sido sincera ni profunda, duele recordar lo que se dijo. Por eso, una de las buenas cosas de esta vida es que en algún momento se tiene que responder por lo dicho y también por lo hecho. Y más aún en democracia en donde las obligaciones están sujetas al escrutinio público. Por eso fastidia la prensa. Ahí ya no sirven las excusas ni ayudan las explicaciones.

De ahí que vale recordar cómo para algunos militantes de movimientos políticos radicales, de organizaciones sociales y de cofradías seudo religiosas, hasta hace poco, poquísimo para ser más preciso, la deuda pública era el enemigo público número uno de las sociedades pobres. Infortunado aquel que tenía la osadía de defender el pago de obligaciones porque era un emisario comprometido con los intereses de esos bichos detestables de los acreedores. No había existido gobierno bueno. Todos se habían endeudado de forma irresponsable hipotecando el futuro de las generaciones por venir. Lo había hecho de una manera artera contra el interés general, pero en especial de los menesterosos. No era cuestión de valor o porcentaje sino de principio. La deuda era mala.

Por eso era ilegítima, ilegal, inmoral y no debía pagarse. Pero ya vendrá un día en que soplarán nuevos vientos y estas prácticas desaparecerán de la faz de la tierra. Nadie podrá especular con ella y obtener pingües ganancias.

Y por fin los tiempos cambian y llegan los nuevos vientos. Ahora todo será diferente. El presupuesto del Gobierno ya no tendrá esa carga mortífera. Los acreedores pagarán por su osadía mientras el país se liberará de esas tenazas. El dogal será parte del pasado. ¡No más deuda! Es el lema.

Estos principios deben verse en los resultados del cuarto año de gestión del cambio radical. Eso se esperaría en el presupuesto del 2010. Pero no es así. En las cuentas fiscales del nuevo año parece que se va a pedir préstamos que no se registren como el de los 1 000 millones a China que no asoma por ninguna parte, pero que ahora como es concedido por unos buenos amigos no se llama así sino simple anticipo. Pero son 4 100 millones más de plata, en dólares contantes y sonantes, que le prestarán al Gobierno y que significa un incremento de un poco más del 30% por ciento de la deuda pública (así como lee 30 por ciento) en apenas un año, y eso que tiene ingresos de impuestos y por petróleo, como nunca antes ha tenido el país.

Pero esta si es deuda buena, legítima, moral y hay que honrarla porque va a servir para lo mismo que dijeron los gobiernos anteriores: para invertir en proyectos que no se sabe cuáles son, pero que por ahí están. Han vuelto las golondrinas otra vez sus nidos a colgar…

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