Pablo Barrera Mena
Culpar a las administraciones anteriores por la crisis energética actual, como hizo el Presidente en la cadena de información del domingo anterior, es admitir su propia responsabilidad por la inactividad en estos tres años de gobierno, conociendo que había un serio problema de capacidad instalada, de obsolescencia de equipos y de competencias técnicas.
Si conocía que los gobiernos anteriores al suyo fueron negligentes en el tratamiento del tema, lo responsable y ético era actuar de inmediato para superar esos desaciertos anteriores, y no esperar a que llueva y en caso de que no ocurra así, salir por televisión a culpar a sus predecesores. Es de sentido común.
A confesión de parte, relevo de prueba: el único responsable por la crisis energética del momento es el actual Presidente, por conocer de un problema que afecta a todo el país y no haber actuado de inmediato.
Si llovía antes de comenzar los racionamientos eléctricos, impidiéndolos, ¿quiere decir que los gobiernos anteriores no fueron culpables de incompetencia en este tema? Ese parecería ser el razonamiento del Presidente.
SOBRE BORGES Y NUESTRA LITERATURA
Ma. Helena Barrera-Agarwal
He leído con profundo interés el artículo ‘Borges y nuestra literatura’, que Antonio Rodríguez Vicéns publica en la sección editorial de EL COMERCIO. Un texto de indudable importancia sobre el que quisiera efectuar algunos comentarios.
Menciona acertadamente el Dr. Rodríguez el conocimiento imperfecto y parcial de Jorge Luis Borges sobre la obra montalvina, que resultó en opiniones negativas.
El juicio del argentino parece fundamentarse únicamente en una relativa familiaridad con ‘Capítulos que se le olvidaron a Cervantes’.
A partir de la lectura de esa obra, Borges formaría un concepto estático e injusto sobre Montalvo, que repetiría a lo largo de los años, como en el prólogo a ‘Retorno a Don Quijote’, de Gerchunoff. La misma opinión es reiterada en su ‘Conferencia sobre el Quijote’, dictada en la Universidad de Texas en 1968 – en la que Borges menciona haber leído ‘Capítulos que se le olvidaron a Cervantes’ – y en ‘Sarmiento’, ensayo publicado en 1962, en el que afirma que “Montalvo no descubría otro camino de perfección que el remedo mecánico de los hábitos verbales de El Quijote”.
Es innecesario puntualizar la debilidad de su argumento. Igual consideración vale respecto de sus comentarios sobre Jorge Carrera Andrade y Gonzalo Escudero, a quienes criticó breve y acerbamente en una reseña dedicada a ‘An Anthology of Contemporary Latin American Poetry’, de Dudley Fitts, libro que los incluía.
Desde luego, esas y otras opiniones de Borges deben apreciarse a la luz de sus prejuicios, que expresara precisamente en la reseña citada al permitirse hablar de la “indigencia tradicional de las literaturas cuyo instrumento es el español”.
‘LA RELIGIÓN POLÍTICA’
Alberto Lenk
Aparentemente, el columnista que escribió el editorial ‘La religión política’, el pasado domingo 8 de noviembre, se quedó embelesado en la lectura de ‘Velasco Ibarra: El último caudillo de la oligarquía’.
No entiendo cómo una persona que se dice progresista pueda desconocer los procesos de organización y capacitación del pueblo, más aún cuando
ha sido dirigente político y ha suscrito acuerdos con Pachakutik, que es el brazo político de organizaciones campesinas e indígenas.
Decir que el pueblo adolece de prácticas mesiánicas, populistas y clientelares es reconocer que el columnista, cuando dirigente político, quiso eregirse en un ‘Duce de barro’. Pero el pueblo fue más sabio.