Apagones (II)

Cristóbal Serrano Dueñas

Recuerdo que por 1983 y “en premio por haber construido la hidroeléctrica Paute”, al presidente Hurtado, por no se qué comezón, se le ocurrió congelar en 90 sucres el dólar, que de las regalías petroleras recibía el añorado Inecel, para desarrollar el sector eléctrico.

Fue la primera de una serie de medidas para desfinanciar al instituto y volverlo improductivo.  De todas maneras, en 1987 se pudo inaugurar la hidroeléctrica Agoyán en el gobierno de Sixto y su acompañante Dahik, en el que se produjeron los primeros racionamientos eléctricos generales.

 El proyecto Toachi, cuyo diseño se hallaba listo, fue arrancado al Inecel y entregado al Consejo Provincial de Pichincha, entidad sin experiencia en el tema y donde quedó sepultado 14 años. En el mismo Gobierno se archivaron otros proyectos hidroeléctricos y geotérmicos estudiados por ese instituto.

La corriente neoliberal sobre la privatización del sector energético se concretó en la segunda mitad de los 90 con la nueva Ley de Electrificación y la desaparición del ente eléctrico estatal. En esa década apenas entró en operación la Daule-Peripa.

Desde 1999 hasta 2007, el sector eléctrico sobrevivió sin norte y guía, jamás se concretaron las inversiones privadas, aparecieron grandes negociados de las barcazas termoeléctricas, se tuvo que traer energía cara de Colombia, continuaron las excesivas pérdidas negras y técnicas de energía eléctrica y el Estado se desentendió de invertir en el sector.

Recién desde 2007, el  Gobierno actual presta atención al tema y retoma su responsabilidad de manejar este servicio básico; sabia intención que no ha estado exenta de tropiezos. Se respiran nuevos aires. 

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