Seguimos con los sismos y sus secuelas, pero esta vez no físicas sino dialécticas y técnicas.
Ha saltado a la palestra el ahora supernombrado sistema de construcción antisísmica. Este, según varios expertos, es el único que puede soportar terremotos, tsunamis, tornados, huracanes o aludes de gran magnitud sin problemas.
Siento decirles que estos señores están equivocados: no hay nada antisísmico construido por el ser humano; nada. Ante eventos de magnitud superiores a 9, edificios, puentes, presas y más ingenios corren peligro de colapsar.
Por más bien hechos que estén.
Lo que se busca es dotar a esas edificaciones -y a
todas- de estructuras sismorresistentes.
Pero, ¿qué mismo es un edificio sismorresistente?
Los ingenieros lo definen como una estructura dúctil que debe cumplir tres condiciones de diseño: existencia, permanencia y factibilidad.
En palabras más asequibles, un edificio sismorresistente debe garantizar su equilibrio ante una acción posible: un sismo, un huracán o un tornado.
Esto no significa que no pueda colapsar y más cuando soporta un sismo de 8,8 grados Richter, como sucedió en Chile
en el 2010.
De hecho, una construcción puede caerse, pero antes debe garantizar su estabilidad hasta que sea evacuado totalmente y con el menor peligro posible para las personas que lo ocupan. Por eso deben ser diseñadas para minimizar los problemas para las personas que las usan o habitan, para limitar los daños en el equipamiento y las instalaciones, y para minimizar las pérdidas emergentes.
Es más, los complejos de salud, Policía, 911 y similares deben ser los mejor construidos y los más resistentes. ¿Sucede esto en el Ecuador?