La fachada es escueta y sobria, como la de un convento. Es una construcción austera de dos plantas, con ventanas enrejadas que ponen el toque republicano, al igual que las cornisas y los dinteles.
Es una casona de 2 000 m² levantada en el siglo XIX, emplazada en la Cuenca 477 y Chile, en el Centro Histórico de Quito, cerca de La Merced.
El inmueble tiene una historia incierta, que incluye inquilinos ilustres (como la actual propietaria), otros más prosaicos y una primera rehabilitación realizada en 1980.
Por un costado corría (¿corre?) la famosa quebrada de Sanguña, que pasaba por la Plaza Grande. Junto a la casa hay una pálida muestra de ella.
Ahora, totalmente recuperada, ha vuelto a ser la sede de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la segunda más antigua de América después de la de Colombia y fundada hace 140 años por Decreto del entonces presidente García Moreno.
La rehabilitación arquitectónica tuvo el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional y el Municipio de Quito, por intermedio del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP). La primera aportó con USD 438 000 y el segundo con USD 120 918,66.
Tres fueron los determinantes que guiaron la intervención, según Héctor Chaves, quien la planificó: el mantenimiento de la tipología original, la incorporación de acabados que la rejuvenecieran y la utilización de elementos totalmente desmontables.
El primero se resolvió con la utilización de la mayor cantidad de elementos originales -tanto materiales como morfológicos-, explica Cristian Córdova, el constructor.
¿Ejemplos? Las maderas de eucalipto que salieron de la cubierta se usaron en las columnas y vigas de las dos plantas, los pisos de cerámica que estaban en buen estado…
El segundo vector fue convertir a una casona centenaria de tonos lúgubres en asequible para las generaciones actuales.
Los argumentos usados por Chaves fueron rediseñar espacios para volverlos más dinámicos e incorporar elementos de corte contemporáneo, ‘juveniles’, que atraigan la atención de las nuevas generaciones.
Lo primero se resolvió con la creación de un novedoso auditorio para 1 00 personas, en dos niveles cuya mayor novedad es la ‘caja de metal’ que sostiene la estructura que, además de mejorar la sismorresistencia, pone el toque colorido, pues los tubos están pintados de rojo.
La acústica e isótica (visibilidad) son óptimas. Con decir que no se necesitan amplificadores, dice Córdova.
La biblioteca -con 10 000 ejemplares- también se resolvió en dos niveles. Se incorporaron, asimismo, un bar, una cocina para servicios de ‘catering’ y baterías sanitarias.
Otros elementos que rejuvenecieron la mansión fueron las mamparas de vidrio templado de colores que cierran el patio central y dan una nueva y dinámica vista interior.
Claro, tanto la jaula de metal del auditorio como las mamparas son totalmente removibles, ‘por si las modas y las circunstancias cambian’, concluye Héctor Chaves.
Dato
En 1894 la Academia Ecuatoriana de la Lengua funcionaba en la calle Cuenca, casa N°26.