Redacción Siete Días
Una moneda que posee Aníbal Sosa, quiteño de 67 años, tiene en una de sus caras la efigie de las Torres Gemelas.
Pero además viene con una ficha del World Trade Center, que se puede colocar sobre un punto para que este se pare sobre la moneda dorada.
De esta forma se simboliza la caída del edificio, en el atentado sufrido en el fatídico 11 de septiembre de 2001.
Esta es una de las más de 2 000 monedas que posee Sosa, en una colección que la ha ido formando en los últimos 30 años. Cada una de ellas es una historia, un relato personal que recuerda a Sosa alguno de sus viajes, de sus encuentros, de su propia historia.
Pero sus monedas también son historia. En cada una de ellas se puede ver el rostro de un presidente o de un líder mundial, un monumento, un edificio administrativo, un paisaje…
“A través de mis monedas puedo hacer un recorrido por la historia. Cada una de ellas me recuerda a un período de la vida de la humanidad, y quienes han sido los protagonistas de estos sucesos. Además, me llevan a sitios que he visitado y así los puedo recordar, pero también me llevan a muchos otros que solo he oído nombrar”.
Su colección de monedas es una parte importante en la vida de Sosa. Su profesión dedicada al turismo ha permitido que este coleccionista viaje y pueda él mismo recoger las monedas y billetes por los lugares que ha recorrido. Y, gracias a su trabajo en varios hoteles del país, él recibió de la propia mano de muchos extranjeros las primeras monedas que iniciaron su colección.
Las tiene ordenadas en álbumes, por continentes, países, año y denominación, como si fueran su más preciado tesoro. Incluso se ha hecho traer colecciones especiales que han salido al mercado, como una de monedas de 25 centavos de dólar en las que cada una de ellas representa a un estado de los Estados Unidos.
Con una lupa, Sosa observa minuciosamente cada detalle de las monedas que integran su colección. Hábilmente identifica el año de fabricación, los perfiles que sobresalen de ellas y pequeñas letras que indican el lugar donde fueron hechas.
Además, su gusto por coleccionar ha contagiado a su esposa, quien inició junto a él una colección de llaveros y esferográficos que también remiten a varios lugares del mundo y que forman parte de su historia personal.
Y su afición por coleccionar no termina ahí. Incluso la cocina de los Sosa parece otro minimuseo. Ahí se destacan decenas de jarros de varios colores y tamaños y que están colgados sobre una de las paredes. Hay que verlos.