El extranjero mostró interés por invertir en Ecuador, su oferta superó 10 veces el costo real y hasta se suscribió una promesa de compraventa. Pero antes de que el negocio se sellara, él fue vinculado con el cartel mexicano de Sinaloa.
“Nunca volvió. Tampoco teníamos muchos antecedentes”, justificó un empresario, interrogado por ese contacto.
En ese año, 2003, el extranjero visitó ocho veces el país y se reunió con funcionarios del entonces Presidente de Ecuador (viajaron en jet). Antinarcóticos develó así el primer intento del narcotráfico por permear el Estado. El extranjero quiso comprar la Zona Franca Manabí (en Montecristi, a la cual llegaban contenedores del puerto de Manta).
Avionetas, submarinos, laboratorios… En el 2007, un avión despegó sorpresivamente de Esmeraldas, rumbo a México, piloteado por un hombre vinculado al mismo cartel. En 2012, una avioneta se estrelló en Manabí con USD 1,3 millones y sus dos tripulantes, nacidos en Sinaloa, murieron.
Las palabras de las autoridades del 2003 en la Zona Franca se asemejan a las del actual Alcalde de Quito. “Es imposible conocer la vida a detalle de las personas”, ha dicho el Burgomaestre, por los encuentros este 2014 con otro extranjero también investigado por un nexo con el cartel de Sinaloa. Según el Alcalde, aquel ofreció servicios al Municipio, pero no se firmaron contratos.
En 2009, hombres del narcotráfico contactaron a un exsubsecretario del Gobierno. La infiltración en las instituciones públicas es la estrategia del crimen, porque otorga no solo control político, sino también económico y judicial, y eso lacera la vida en democracia.
Hay que mirar a México. Esa permeabilidad ha roto la paz, con agentes violentos igual para sostener los negocios del cartel, como para aplacar la protesta social en su territorio.
En el país, altos policías son investigados por narcotráfico. En ese escenario, convertir una indagación del crimen en herramienta política solo entorpece la urgencia por desvelar los alcances de los carteles en Ecuador.