Redacción Cuenca
Cuando la cuencana Ana Paredes llega de visita a la casa de algún amigo lo primero que hace es mirar si hay un piano. Si encuentra una figura de ese instrumento musical entre las repisas o vitrinas de ese hogar intenta que el dueño se lo regale.
Pero si su amigo se niega a hacerlo, ella insiste e intenta comprárselo. “Casi nunca me lo han vendido”.
Esta cuencana de 43 años ha dedicado los últimos 35 años de su vida a coleccionar figuras de todos los tamaños de pianos. Esta colección la comenzó cuando era solo una niña. Todo empezó cuando ella inició sus estudios en el Conservatorio de Música de Cuenca.
“A esa edad (8 años) estaba muy ilusionada con aprender a tocar el piano y todo el tiempo simulaba hacerlo, cuando nos sentábamos a la mesa a comer o en cualquier parte”, recuerda.
A sus 8 años recibió como regalo un piano de madera que tiene las teclas de colores. “Ese fue el primero y es el más querido porque me trae muchos recuerdos”. Luego de eso llegaron dos más que parecen de juguete.
Pero después obtuvo uno grande, uno de verdad. Ese fue herencia de sus padres y llegó a las manos de Paredes porque en su casa ninguno de sus hermanos podía entonar música en el piano.
Desde entonces recopiló 130 de estas figuras. Hay grandes, de colores, miniaturas, navideños, porque hasta Papá Noel toca el piano en medio de esta colección. Pero de entre tanta tecla blanca y negra resalta un instrumento que tiene una figura distinta, es un piano de cola color naranja con las patas amarillas.
Fue un regalo de Nathalí Carrión, la alegre hija de nueve años de Paredes. La niña miró un piano de mazapán de la colección y construyó uno que se asemeje para entregarle a su madre.
Las figuras han llegado de diferentes partes del país y del mundo. Tiene pianos mexicanos, brasileños, chilenos, argentinos, estadounidenses… No faltan los europeos y uno que otro piano que en su cola tiene una caja musical china o japonesa.
Pero en la colección también está uno que estuvo en el nacimiento del Niño Viajero de Cuenca. “No recuerdo cuánto me costó, pero lo compré hace unos 12 años y lo hice en sucres”. También hay un piano–teléfono.
Paredes es profesora de educación musical del Colegio Militar de Cuenca. Fue docente de música en las universidades de Cuenca y del Azuay y tuvo una academia de música.
Su esposo, Pablo Carrión, la apoya en su afición. Cada vez que viaja dentro o fuera del país trae un piano para la colección. Él está iniciando otra de guitarras, pero entre risas Ana Paredes le dice que “eso es más fácil”.