Amputaciones y ceguera por el uso de pirotecnia

Pedro perdió su mano derecha en 2012. Dejó la natación y ahora es tenor en la Sinfónica del Conservatorio de Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua y Vicente Costales/ EL COMERCIO

Pedro perdió su mano derecha en 2012. Dejó la natación y ahora es tenor en la Sinfónica del Conservatorio de Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua y Vicente Costales/ EL COMERCIO

Pedro perdió su mano derecha en 2012. Dejó la natación y ahora es tenor en la Sinfónica del Conservatorio de Cuenca. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO

Atrás quedaron las jornadas de natación en la piscina olímpica de Cuenca. Pedro no ha vuelto a ese lugar desde hace tres años. La prótesis que reemplaza a su mano derecha le impide dar brazadas bajo el agua.

Un explosivo destrozó las falanges de sus dedos y mutiló la mano. Era noviembre de 2012. Él y dos amigos jugaban afuera de casa. Uno de ellos -hijo de una familia de artesanos pirotécnicos- mezcló diversos tipos de petardos para lograr una detonación más poderosa.

Al encender la mecha, Pedro se asustó, agarró el explosivo y quiso lanzarlo a una zona lejana. No hubo tiempo. La pólvora estalló en su mano. Sus compañeros corrieron y él quedó herido, sobre la vía. Un grupo de vecinos y familiares lo auxiliaron.

Por más de un año, sus padres le peinaron, bañaron, vistieron y alimentaron. Ahora tiene 16 años y aprendió a escribir con la mano izquierda. Sus rasgos caligráficos no son los mismos, pero su letra es legible. Dejó la natación y se dedicó al canto; es tenor de la Sinfónica del Conservatorio de Cuenca. Sus familiares le ayudaron y evitaron que se deprimiera.

En Quito, los padres de Luis buscaron la ayuda de un psicólogo para que el pequeño de 10 años superara la pérdida de su mano derecha. Con unos amigos intentó prender una camareta con muy poca mecha. En un segundo, el explosivo estalló. La pólvora lesionó cuatro dedos. Un equipo médico trató de reconstruirlos, pero sin éxito.

Tras el accidente, registrado hace un año en el sur de la ciudad, la herida se infectó y los especialistas amputaron la mano. Luis también aprendió a escribir con los dedos izquierdos.

En estas fechas, la demanda de material pirotécnico crece y los niños son los más vulnerables. No solo hay riesgo de quemaduras. También ocurren casos de intoxicaciones.

Hace un año, el médico Héctor Villalba, coordinador de Emergencia del Hospital Padre Carollo de Quito, atendió a un chico de cuatro años que trató de ingerir fósforo blanco.

Era Navidad. El padre del menor había comprado una bolsa con diferentes juegos pirotécnicos (‘lluvia de estrellas’, petardos, ‘diablillos’...). En un fugaz descuido, el pequeño tomó un ‘diablillo’ y se lo puso en la lengua. En Emergencias le hicieron un lavado gástrico y todo quedó en un susto.

Otros niños no son tan afortunados. Villalba advierte que la ingesta del ‘diablillo’, un explosivo compuesto por fósforo blanco, es tan letal que muy pocos sobreviven. Y quienes lo hacen, dependen toda la vida de terceras personas y sufren fallas renales o hepáticas.

Para evitar quemaduras o intoxicaciones por el mal uso de la pirotecnia, la Policía desarrolla desde el 2005 campañas de prevención. En los últimos 10 años, las atenciones por emergencias relacionadas con explosivos se redujeron en más de un 80%.

Entre enero y noviembre del 2014, por ejemplo, hubo en el país 60 heridos con quemaduras por el mal manejo de fuegos artificiales. En el mismo período de este año se reportaron 38.
Pese a esos controles, en el país todavía operan grupos dedicados a distribuir pirotecnia ilegal. Hace 13 días, agentes localizaron un cargamento en cuatro bodegas ubicadas en una casa del Centro Histórico de Quito. En ese inmueble, los sospechosos empacaban el material para distribuirlo a negocios informales de la ciudad.

Los investigadores creen que los detenidos ingresaron los fuegos artificiales desde Perú.

Dos días antes de este operativo, los policías descubrieron 1 900 kilos de ‘silbadores’, ‘estrellas’, ‘diablillos’, camaretas, ‘volcanes’ y ‘tumbacasas’. Es el mayor cargamento de pirotecnia ilegal hallado en este año.

Entre 2005 y 2015, los uniformados han confiscado 79,3 toneladas de pirotecnia.

En el país está prohibido el uso de esos explosivos. El Código Integral Penal (art. 396) señala que la persona que sin la debida autorización elabore o comercialice material pirotécnico será sancionada con cárcel de 15 a 30 días. También hay multas económicas de hasta el 25% de un salario mínimo.

Pese a los controles, en Quito hay locales informales en donde se puede encontrar desde un ‘diablillo’ hasta algo más fuerte, como una camareta. Los investigadores saben que hay puestos ambulantes en el centro y sur de la ciudad.

Después del accidente, los padres de Pedro organizaron bingos y rifas para recaudar dinero y solventar los gastos médicos. La atención fue costosa. Las cirugías y la prótesis desfinanciaron a la familia.

“Nunca me he sentido discriminado por la pérdida de mi mano, pero me costó valerme por mí mismo”, reconoce Pedro. En casa ahora nadie se atreve a comprar explosivos, por más inofensivos que sean.

Judith Borja asegura que la manipulación de cualquier juego pirotécnico implica riesgo. Ella es gerenta de Emergencias del Hospital Metropolitano.

Ella atendió a un chico de 10 años que llevaba ‘diablillos’ en el bolsillo de su pantalón. El calor corporal y la fricción ocasionó que los explosivos se encendieran. El material se pegó tanto a la piel que la lesión dañó el músculo del muslo. Aunque no hubo fracturas, la recuperación fue dolorosa y quedó con limitaciones en su pierna.

El niño estaba en etapa de crecimiento y la herida interna provocó intensos dolores. “La cicatriz es fija porque es un tejido ya no elástico. Entonces se queda en el mismo lugar, mientras el resto del músculo sigue creciendo. Eso duele mucho”, comenta la especialista.

Las detonaciones de explosivos también dejan cuadros de ceguera o daños en la visión.

Borja recuerda el caso de un pequeño que quedó con las córneas deterioradas por la explosión de material pirotécnico cerca de su rostro. Las esquirlas ingresaron a las córneas y dejaron lesiones internas. Ahora el menor ve borroso...

En contexto
Las autoridades autorizaron puntos específicos para la venta legal de material pirotécnico. En Quito por ejemplo se comercializa en el parque Bicentenario. En Guayaquil, las ventas se dan en la explanada del estadio Banco Pichincha. Para extender permisos se exigió diversos documentos.

El 9 de diciembre, la Policía descubrió en Quito una bodega con pirotecnia de origen ilegal. Foto: Vicente Costales/El Comercio

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