Según John DeVore, quien escribe sobre temas de relaciones humanas para varias revistas muy conocidas como Esquire y Maxim, las mujeres siempre le preguntan ¿dónde se encuentran los buenos prospectos?, es decir, aquellos hombres que vale la pena conocer en busca de una buena relación y, además, “quieren saber si estos míticos personajes se esconden detrás de los arbustos o si están encadenados en el sótano de algún vampiro o son tan solo raros y escurridizos como los leopardos de la nieve, porque en realidad parece que están desapareciendo”, anota.
Normalmente él siente que quisiera responder algo como: “Quizás los buenos partidos están tan solo evitándolas a ustedes”, pero su respuesta a este lamento frecuente y lastimero es simple: “los buenos partidos están justo debajo de sus narices y ustedes no los ven”. Y, en realidad, esto es la pura verdad.
“Así es queridas damas, los hombres buenos que ustedes buscan están allí, escuchando sus lamentos, intentando comprender sus expectativas y caprichos románticos y aterrados de la realidad. Estos buenos hombres son sus compañeros de trabajo, de estudios y, más importante todavía, sus amigos. Y ustedes tienen oficialmente mi permiso como experto en relaciones y con un doctorado en Corazones rotos, otorgado por la Universidad de los Sentimientos, a enamorarse de sus amigos varones, sin sentir remordimiento alguno”, manifiesta en tono satírico este analista de las relaciones sentimentales.
Y añade que él culpa al género femenino por haber inventado aquello a lo que se refieren como “la zona amistosa” que es un límite imaginario que han puesto a la posibilidad de enamorarse de esos amigos de siempre a quienes conocen tan bien como a ellas mismas. “La zona amistosa” es el Triángulo de las Bermudas del amor, un exilio pequeño y cruel que evita que la gente se enamore porque son “amigos”. En este mismo momento es posible que exista en su vida un hombre que tiene profundos sentimientos por usted, pero a quien usted ha etiquetado con la “A” de amigo y la ha colocado en un sitio muy visible, en su frente, para no olvidarlo jamás”, anota DeVore.
Comenta que este fulano adora a su “amiga” pero que ella se niega a ese potencial gozo de encontrarse ya no como amigos solamente porque usa la regla imaginaria que no puede cruzar, que le impide al corazón sortear esa frontera absurda entre la amistad y el amor, como si fuera un pecado enamorarse de quien ha sido amigo y compañero y conoce a esa mujer más de lo que lo que ella misma se conoce.
“No digo que un hombre y una mujer no puedan ser solamente amigos. Por supuesto que sí pueden. Pero sí me gusta recordar la lección de aquella encantadora película ‘Cuando Harry conoció a Sally’ que se mantiene tan actual como cuando fue estrenada”. No significa que se deba iniciar un romance con cada amiga que se presente en la vida de un hombre, pero la vida es demasiado corta como para andar por las ramas alejándose de una posible buena pareja solamente porque todo comenzó con una gran amistad”.
Según este autor, las amistades son tan fluidas como los romances y pueden terminarse de manera tan sorpresiva como cuando se inician. “Estamos hablando del verdadero significado de la vida y este se basa en encontrar alguien con quien podemos crecer hasta convertirnos en viejos, gordos y feos. Nuestros rituales románticos en la actualidad se producen junto a completos extraños con quienes negociamos momentos de sexualidad, luego intentamos hacer amistad. Es como si la sociedad actual demandara una dualidad en cada persona: el ser que sale a una cita romántica y la persona que realmente es y, la verdad es que una relación buena solamente se da cuando el hombre y la mujer acuerdan abandonar esa mentira mutua. Vayan al grano, los amigos ya se conocen, saben qué les gusta y qué no, a donde ir, de qué reír. cómo perdornarse el uno al otro”, señala el autor.
Cuenta que dos de sus más largas y mejores relaciones románticas fueron con mujeres que habían sido primero sus amigas y que las amó a ambas, que en ambos casos tomaron el riesgo, no permitieron que la amistad sea una traba para el amor que se dieron cuenta de que, en realidad, se tenían el uno al otro, se comprendían y, al llegar a ese momento de reconocimiento de ese sentimiento ambos tomaron el riesgo e intentaron ser felices juntos. A veces las cosas progresan y otras no pero la experiencia siempre es buena y siempre deja una enseñanza, según DeVore.
Cuando la amistad se convierte en amor
Cuando descubres a esa persona especial y te enamoras, debes saber que lo más importante es que haya una amistad verdadera entre los dos.
Ante todo, “conócete y conócele a él o a ella”. Solo podemos amar de verdad a quien conocemos de verdad: solo surge el amor personal y profundo cuando hay conocimiento personal y profundo. No basta saber quién es el otro, dónde vive, quiénes son sus padres, etc. Es necesario conocerlo bien como persona. Es imprescindible que la pareja comparta ideales en común, que ambos miren en una misma dirección, que busquen conocerse y revelarse de una manera mutua y profunda para que así, logren un verdadero encuentro.
La psicóloga y filósofa Ana María Restrepo, en un artículo para el diario El Colombiano, define los elementos que forjan amigos para toda la vida.
Estos son algunos de ellos: 1) Sentirse a gusto: las amistades suelen comenzar cuando hay una empatía entre dos personas y espontáneamente se comienza a intercambiar ideas, gustos, convicciones, opiniones, creencias y sentimientos. Sentirse a gusto con la otra persona es el principio de lo que llamamos amistad.
2) Algo en común: puede ser una profesión, un hobbie, una ideología, así la amistad se convierte en un cariño especial donde cada parte recibe y da de sí mismo. 3) Desinterés: con un amigo verdadero no basta con caerse bien, debe haber una entrega total. Al amigo se le quiere porque lo que es. No es necesariamente amigo el compañero o el camarada, ni tampoco el que busca aprovecharse del otro.