París, DPA
Amelie Mauresmo es una prueba más de que el tenis femenino “apaga” en poco tiempo a sus principales estrellas. Con sólo 30 años y ya cansada de viajes y entrenamientos, drives y drops, la jugadora francesa anunció hoy en París, con lágrimas corriéndole por las mejillas, que cuelga la raqueta para siempre.
“Ya no tengo ganas de entrenar”, dijo Mauresmo, secándose las lágrimas con un pañuelo y admitiendo que estaba agotada tanto mental como físicamente. “Vengo jugando al tenis desde hace unos 25 años, y siento que llegué al final de un camino”, agregó en la rueda de prensa convocada en un restaurante en Issy-les-Moulineaux, un barrio al sur de París.
Mauresmo contó que la decisión fue “dolorosa, pero bien pensada”, que fue “una lucha entre el demonio y el angel” y reconoció, sin rodeos, que “hay miedo por el futuro”: “¿Será que voy a encontrar algo por lo que pueda entusiasmarme tanto (como por el tenis)?”, se preguntó.
La francesa mira hacia atrás sin remordimientos y con mucho orgullo y felicidad: “Fueron diez años increíbles, fue mágico”, señaló en una entrevista que publica en su edición online el diario “20minutes”.
Mauresmo no había empuñado una raqueta oficialmente desde comienzos del mes de septiembre tras sufrir una dura derrota en segunda ronda del Abierto de Estados Unidos ante la canadiense Aleksandra Wozniak por 6-4 y 6-0.
La francesa tuvo su mejor temporada en el año 2006, cuando ganó dos Grand Slams (Australia y Wimbledon) y ocupó durante muchos meses el lugar más alto de la jerarquía tenística femenina, al que había escalado por primera vez en 2004.
Mauresmo se ganó fama en el circuito por su revés de una mano, raro entre las mujeres, y por su excelente capacidad física. Pero ella prefiere destacar otras características: “Tengo una gran sensibilidad, de la que me enorgullezco, pero tengo también mucha fuerza para ir más allá de esta sensibilidad”.
En Francia es considerada la mejor y más exitosa jugadora de su país desde que el otrora “deporte blanco” inició su “era abierta”, en 1968, permitiendo la participación de tenistas profesionales en los Grand Slams.
Muchos franceses comparan a Mauresmo con la legendaria Suzanne Lenglen, quien dominó el tenis en los años ’20, ganando 25 torneos de los llamados más tarde Grand Slam y medallas de oro en Juegos Olímpicos. Nacida el 5 de julio de 1979 en Saint-Germain en Laye, Mauresmo se entusiasmó por el tenis de niña viendo jugar a su compatriota Yannick Noah y comenzó su carrera profesional en 1993, a los 14 años.
Desde entonces se coronó campeona en 25 certámenes. El último torneo lo ganó en febrero del año en curso en París. Un año importante para Mauresmo tanto en el ámbito profesional como el personal fue 1999: ganó su primer torneo, en Bratislava, y además hizo público que era lesbiana. El mundo del tenis realizaba desde hace semanas conjeturas sobre el inminente final de la carrera de Mauresmo.
El 8 de octubre admitió: “Desde mi regreso del US Open he intentado entrenar, pero no he recuperado las ganas de volver a competir”. Y con ello dio por cerrada, prematuramente, su temporada.
El canal de televisión “TF 1” llegó a adelantarse a los hechos y le propuso recientemente un espacio en “prime-time” para anunciar en vivo y en exclusiva el final de su carrera. En el último ranking de la WTA, la francesa aparecía en el puesto 21.
Hoy, cerca del medio día local, en un restaurante en Issy-les- Moulineaux, un barrio al sur de París, pidió que la borraran ya de la lista. El final, empero, llegó en realidad, mucho antes.
“En mi cabeza, todo había terminado después de Wimbledon (este año)”, reveló hoy y agregó: “La llama, las ganas, la pasión, todo eso o está o no está”. El diario deportivo “L’Equipe” calificó el retiro de Mauresmo de “triste”, pero elogió a la ahora ex jugadora: “La mayor campeona del tenis francés se mantuvo fiel a la línea de conducta que tiene desde su niñez y decidió seguir lo que le dictaban sus sentimientos.
Cuando las ganas se van, lo que queda es un palmarés gigante y una joven mujer de 30 años dispuesta a disfrutar de su segunda vida”. Noah, ex entrenador de Mauresmo, también presentó un “balance final”: “Fue una trayectoria fantástica. Queda sobre todo la imagen del triunfo en Wimbledon, pero toda esta aventura fue fabulosa”.
Por ahora, Mauresmo, una apreciadora del buen vino y de la buena comida (“soy una bonne vivante”, reconoce) y que participó en la película “Asterix en los Juegos Olímpicos”, no tiene planes concretos para el futuro y se declara “abierta a todo”. A corto plazo, hay un sólo objetivo: quiere correr una maratón. “Pero no sé si será París o Nueva York”.
Hace pocos días anunció que apoyará a la nueva fundación suiza “Sport for Life” (Deporte para la Vida), creada en su ciudad de residencia, Ginebra, para atraer a niños y jóvenes a la práctica del deporte. Pero no hace planes para un partido de despedida, y está segura de que no volverá a las canchas.
Mauresmo sabe que “nunca debe decirse nunca jamás”, pero recuerda que todas las jugadoras que volvieron tras poner fin a su carrera eran más jóvenes. “Las posibilidades de que vuelva son mínimas”, aseguró.