Varias cartas, ¿recuerdas San Pedrito?, te llegaron en los primeros años de la fiesta quiteña, para pedir que controles los grifos celestes o para contarte detalles relacionados con la vida de la ciudad en aquellos tiempos. Fue en serio y en broma, con amistad o con algún enojo, de acuerdo con las circunstancias, mencionando tu amistad con Santa Rita y preguntando si en verdad algunas veces los dos se escaparon para intervenir en la serenata y el bailache del 5 de diciembre.
Pues bien, se cumplen estos días 50 años de la fiesta y 475 de la fundación española de la capital de los ecuatorianos. Es decir, Quito es centro de la atención. Una ciudad importante en la historia del país, un rincón con anécdotas de todo sabor y color, un centro que alberga a ecuatorianos de tantos confines y, por lo tanto, con un crecimiento que supera los límites normales y es parte de las realidades del país, entre ellas el tradicional descuido alrededor de las zonas rurales. No es, pues, un motivo de orgullo decir, San Pedrito, que ya andamos por los dos millones y medio de habitantes. Es un tema para la reflexión.
Antes, Santo, Quito era el Centro Histórico y algo más. Allá por los años cincuenta apenas llegaba a los 300 mil habitantes. Actualmente, el sur de Quito ronda por los 800 mil y uno de los valles anexos -Los Chillos- pasó de los 250 mil. Los nuevos límites y la suma de residentes determinan serios problemas. No han faltado los avances, en homenaje a la verdad. Quito merece reconocimientos como ciudad bonita y grata. Pero ¡cuántos desafíos y deficiencias constituyen otros tantos retos!
Hay voluntad para enfrentar los puntos bajos y aun los extremos. San Pedrito, ilumina a todos los que tienen que ver en el progreso de la “Carita de Dios”.
Que sigan apoyando a los barrios que más necesitan del aporte oficial y del esfuerzo de sus habitantes. Ayuda a resolver los problemas: aeropuerto, vías, congestiones, transporte, basura y otros etcéteras.
Pasó la fiesta. No faltó el entusiasmo. Hubo notable movimiento comercial, volvieron numerosos emigrantes ecuatorianos, unos de visita y otros para quedarse, hubo bailes, desfiles, canciones, bandas populares, la elección de Reina de Quito, los pases de los toreros, los paseos en “chivas”. Como parte de los altibajos hubo también excesos. Se recordó con entusiasmo que han pasado 50 años desde las serenatas de aquellos tiempos. Esta vez comenzaste mal, San Pedracho, pero fuiste mejorando. Por favor, hazlo bien con los grifos celestes. No te olvides de brindarnos lluvias sin inundaciones y soles sin sequías. Solo eso te pedimos tus amigos.
En política, pues, te contaremos que -según las polémicas encuestas- el público quiere rectificaciones gubernamentales pero no la inestabilidad de los tiempos de Abdalá, Jamil y Lucio. Chao.