En la vía principal de Alluriquín, una parroquia ubicada en la vía Alóag- Santo Domingo, los comercios de melcochas lucen vacíos. Foto: Bolívar Velasco/ El Comercio.
Alluriquín adquirió el apelativo de la parroquia ‘más dulce’ por su imponente comercio de melcochas que producen sus habitantes. Pero desde el 19 de marzo del 2015, esta jurisdicción rural de Santo Domingo de los Tsáchilas, en el occidente del Ecuador, vive una etapa amarga. Los deslaves que ahí ocurrieron y que suspendieron el tráfico en la vía Alóag- Santo Domingo dieron lugar a otra realidad: no hay quienes vendan los dulces y el pueblo se convirtió en un territorio fantasma.
Con frecuencia los vendedores se colocaban en la mitad de la vía para ofrecer las melcochas a los viajeros que iban de la sierra a la costa. Ochenta personas entre hombres y mujeres se turnaban para mover las ventas diariamente. Pero esta actividad involucra a 1 000 comerciantes, divididos entre quienes preparan la melcocha y quienes la venden en estantes en los exteriores de sus viviendas. Los habitantes y vendedores extrañan el ruido de los buses, camiones y tráilers.
Eran sus asiduos vecinos y, aunque de paso, daban el movimiento cotidiano que ahora extrañan los pocos habitantes que quedan en el sitio. Las autoridades dispusieron que los vecinos evacúen ante los riesgos que existen frente a posibles deslaves por las lluvias que continúan. Algunos se resisten porque temen que al quedar sus casas abandonadas puedan ser el blanco de la delincuencia. El Comité de Operaciones de Emergencias reportó que hasta este miércoles 25 de marzo del 2015 han evacuado 281 familias que son atendidas en el albergue temporal del coliseo Tsáchila. La parroquia tiene 2000 habitantes.
En Alluriquín, los comercios de melcochas lucen vacíos. Foto: Bolívar Velasco/ El Comercio.
En las afueras de la vivienda de María Pérez hay dos estantes que hasta hace poco estaban repletos de melcochas, manjares y dulces de todo tipo. Ahora están vacíos y por en esta temporada no piensa surtirlos porque no hay quien compre la producción. Lo mismo creen que sus otros vecinos que tuvieron que vender la poca mercadería que tenían a los viajeros que quedaron al otro lado del pueblo, justo antes del kilómetro 78 donde ocurrió el primer deslave.
María Pérez dice que la venta de melcochas era su único sustento y en el momento no tiene una fuente de ingreso que asegure su economía. Confiesa que los pocos ahorros que tenía están a punto de agotarse y cuando se acaben no sabe qué hacer. Su vecina Mery Guillén implora para que la naturaleza baje su intensidad y así se pueda habilitarse el paso por la vía Alóag- Santo Domingo.
Cada funda de melcocha de doce unidades se vendía en USD 1 por lo que en un día los ingresos promediaban los USD 80 para cada comerciante. Ellos no son los únicos que dicen estar quebrados por la falta de ventas.
Los comerciantes de leche como Jorge Cevallos dicen que el derrumbe los limita a sacar su producción hacia la ciudad. Antes del deslizamiento Cevallos vendía 800 litros de leche en los mercados, pero por los problemas apenas alcanza a sacar un par de recipientes que contienen 50 litros cada uno. El comerciante dice que no puede sacar otros envases porque teme resbalar en el fango y perder la producción. En Alluriquín se extraña todo y ahora que está casi desolado el único ruido que acompaña es el del río Toachi y El Damas. Ni siquiera la maquinaria que evacúa la tierra es un consuelo para sus habitantes.