Redacción EcuadorEl Centro de Detención Provisional de Ibarra está en emergencia por las intensas lluvias que caen en la ciudad. Hay temor entre los 30 detenidos, porque la deteriorada estructura amenaza con desplomarse.
Patricio N. está detenido desde hace 30 días por no pagar USD 600, por los alimentos de su hijo. Está cansado del olor a humedad que se desprende de las viejas paredes. Él comparte una celda de 2 m por 4 m, con otras 10 personas. Todos tienen deudas impagas por juicios de alimentos.
“Esto es un infierno. Las goteras, las paredes cuarteadas, las vigas de madera enmohecidas nos hacen ver como animales enjaulados. Es imposible estar seco”.
El Centro de Detención Provisional se edificó hace 50 años. Tiene cinco celdas, pero una quedó inhabilitada luego del aguacero del viernes pasado.
Los presos duermen en el piso de cemento, permanentemente mojado por un maloliente líquido que se filtra por las fisuras del techo. En el patio, las baterías sanitarias están taponadas.
En la segunda planta están encarceladas dos mujeres. “El piso es entablado. Dormimos sobre esteras y colchonetas delgadas y húmedas”, dice Pilar N.
Ella fue privada de su libertad porque su hijo mayor no tiene dinero para pagar USD 1 800 y está prófugo por un juicio de alimentos. “Me detuvieron mientras cocinaba para mi otro hijo de 10 años. Él me visita todos los días”.
Para el cabo segundo Óscar Martínez, quien es el encargado de la vigilancia desde hace tres años, es el peor centro de detención del Ecuador. “Trabajamos en medio de goteras y agua encharcada, durante el invierno”.
Mario Torres, jefe de Tránsito de Imbabura, reconoce que la amenaza para los detenidos es latente. “La estructura está por colapsar. Las condiciones en las cuales viven los infractores son inhumanas, por la filtración de agua por paredes y techos”.
Luis Salazar, gobernador de Imbabura, está enterado del problema. Según él, en las últimas semanas envió dos comunicaciones al Ministerio de Justicia.
“Si no hay respuesta, la próxima semana viajaré a Quito para entrevistarme con el titular de ese Ministerio, que es el responsable directo de la cárcel”.
En la segunda celda más poblada, los detenidos recogen el agua que cae del techo en un balde rojo plástico. Ese líquido se toman durante las noches.
“Esta celda tiene 3 m por 4 m. No podemos arrimarnos a las paredes, porque se caen a pedazos por la humedad. Las cobijas no abrigan, porque están mojadas. Me da miedo estar aquí”, señala el colombiano Jairo N.