Eduardo Aguavil, de 68 años, enseña el idioma nativo a su nieto y bisnieta. Foto: Juan Carlos Pérez / El Comercio
En la comuna Cóngoma Grande, ubicada en la provincia de Santo Domingo, los abuelos tsáchilas son los encargados de conservar la cultura de su nacionalidad. Una vez por semana ellos narran las leyendas de los antepasados.
Según Luis Alberto Aguavil, presidente de la comuna Cóngoma Grande, estas narraciones son los únicos datos que la etnia tiene sobre su pasado porque no hay registros escritos. “Por la civilización que hemos tenido se han perdido tradiciones y se le ha restado importancia a la sabiduría de los abuelos de la nacionalidad”, señaló.
Una de las historias que él recuerda de sus abuelos era la de un árbol muy antiguo que se llevaba el alma de los niños recién nacidos. “Las leyendas de nuestros abuelos hacen parte de nuestra identidad. Por eso no deben perderse. Incluso es bueno para que los niños aprendan valores y también aprecien la cultura”. Por eso hace un mes se entregaron placas de reconocimientos a más de 27 adultos mayores.
Héctor Aguavil, exgobernador Tsáchila, recuerda que hace 500 años los adultos mayores eran considerados sabios y los líderes de la nacionalidad. Pero de a poco se les restó importancia. “Todavía tenemos un Consejo de Ancianos. La idea es que recuperen espacio y las nuevas generaciones aprecien sus conocimientos”.
Rosario Aguavil fue una de ellas. Tiene 120 años y es una de las abuelitas con mayor edad en la nacionalidad. Ella asegura que desde que tuvo a su primer hijo, hace alrededor de 90 años, ha luchado para que el idioma nativo el tsáfiki no se pierda. Por eso se ha negado a aprender el castellano. Ella solo conoce algunas palabras. Sus bisnietos deben comunicarse con ella en su lenguaje ancestral. “El idioma no solo nos sirve para comunicarnos sino también para mostrar nuestra esencia”.
Ella tiene 16 nietos y 10 bisnietos. Una de estas es Jessica Aguavil, quien afirma que una de las tradiciones que su abuela le enseñó fue a comer en familia. “Nos servimos los alimentos en hojas y nos sentamos al piso. Cuando ella come con nosotros se debe cumplir con la tradición”, señaló.
Para enseñarle a sus hijos, nietos y bisnietos el tsáfiki utilizaba cuentos y leyendas sobre sus antepasados. Una de estas es la de un diablo rojo que se llevaba hasta la selva a los niños que no eran obedientes. Pero también les cuenta historias sobre cómo se formó la cultura. “Antes este territorio era solo una montaña y habían animales feroces”.
Eduardo Aguavil, de 68 años, coincide con esta historia. La creación de esta comunidad sucedió hace más de 60 años y que tuvo como nombre Santo San Juan, pero que con el tiempo cambió a Cóngoma porque el poblado es atravesado por el río del mismo nombre. “Las tres primeras familias que llegaron eran conocidas como Vela, Pinto y Toro. Ellos llegaron para no extinguirse porque los colonos habían empezado a ocupar las tierras”.
Aguavil, quien también recibió una placa, recuerda que antes no había necesidad de salir a la ciudad porque en sus bosques encontraban todo tipo de frutos. Además, se dedicaban a la pesca y a la cacería. “Llegar a Santo Domingo tardaba más de tres horas porque no había carreteras. Yo iba con mi padre a comprar jabón. En la ciudad solo había cinco casas y la gente andaba en caballos. Ahora en 20 minutos estamos en la ciudad”, afirmó.
Para el gobernador tsáchila, Javier Aguavil, es imprescindible que estas historias se recopilen. En el caso de la comuna Cóngoma es el pionero en estas actividades, pero se espera que en el 2015 se empiecen a recopilar las historias de los adultos mayores de las siete comunidades para no perder la cultura. “Debemos lograr que no seamos visibilizados como un pueblo colorido únicamente. Tenemos que mostrarnos como una cultura indígena ancestral, con historia y con patrimonio. Esa es la mejor forma de que nos reconozcan”.
Miguel Gómez, coordinador de Miespacio Juvenil del Ministerio de Inclusión Económica y Social de Santo Domingo, señaló que estas historias deben relatarse no solo en las comunidades tsáchilas, sino también a los mestizos que viven en la ciudad. Él asegura que al conocer la riqueza histórica de los tsáchilas se apreciará y valorará mejor a la nacionalidad. “Estamos organizando un documental con las historias para tener un registro sobre la nacionalidad”.
Este proyecto audiovisual fue grabado en el Cóngoma Grande y en tsáfiki. Allí se muestra las tradiciones que aún se conservan en la comunidad.
Según Rosario Aguavil muchas de estas costumbres se modificaron porque los factores climáticos cambiaron. Por ejemplo, en esta temporada invernal deben dejar de utilizar la vestimenta tradicional para protegerse de los zancudos y enfermedades tropicales.