En el país hay cupo para 5 000 acuartelados. Solo en Guayaquil se presentaron más de 3 000 aspirantes a entrar al servicio militar. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Durmieron en la calle, soportaron la lluvia de la madrugada y esperaron en largas filas junto a sus familias. Cerca de 3 000 jóvenes copan los exteriores de la Base de Movilización Occidental, ubicada en el norte de Guayaquil.
Este sábado 3 de marzo del 2018 arrancó el proceso de acuartelamiento para los nacidos en 1999. También fueron llamados quienes nacieron en 1996, 1997 y 1998.
Las puertas del Centro de Movilización se abrieron a las 08:00, pero muchos habían llegado la tarde del viernes. Este año, nuevamente, la demanda superó la capacidad de las bases donde harán la conscripción.
En el país hay cupo para 5 000 acuartelados. El capitán Edgar Maldonado, comandante de la Base Occidental, explicó que en Guayaquil acuartelarán a 1 097 jóvenes. A ello se suman otros 667 que seguirán registrados en los cuarteles de Milagro, Santa Elena, Portoviejo y Manta.
Desde Guayaquil serán enviados a destacamentos de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, ubicados en las provincias de Zamora Chinchipe, Morona Santiago, Loja, Galápagos y Guayas.
Jhon Reyes no estaba seguro si su grupo iría a Zamora Chinchipe. El aspirante, de 21 años, había pasado las pruebas físicas, médicas, odontológicas, sicológicas y de documentación; y solo esperaba que las puertas se abrieran para subir al bus que lo llevaría a una base lejana.
“Creo que el servicio militar me ayudará a tener una forma más clara de pensar, de saber lo que quiero en la vida. Sé que aprenderé de disciplina y responsabilidad”, contó Reyes. Antes también había intentado entrar a la universidad y conseguir un trabajo estable, pero no lo logró.
Historias como esta se repetían entre las familias que aguardaban en el exterior. Muchos de los aspirantes apenas terminaron el bachillerato y tienen empleos esporádicos.
Darlington Cobos, de 19 años, decidió cerrar su vulcanizadora por seis meses para experimentar la vida militar. “Lo motivé. Le conté cómo fue mi experiencia cuando me enrolé. Esperamos que venga con otro pensamiento y hasta podría entrar al Ejército porque tiene porte”, dijo Antonio Suárez, su padrastro. Cobos fue enviado a Zumba, en la Amazonía.
Camilo Bolaños también motivó a Bryan Andrés, su hijo de 18 años. “Al comienzo estuvo decidido, pero ayer empezó a dudar.
Gracias a Dios tomó esta decisión para que aproveche bien el tiempo y valore un poco más lo que tiene”, dijo confiado.
En cambio, la madre de Jefferson Salvador intentaba contener las lágrimas cuando supo que lo enviarían a Patuca, en Morona Santiago. A sus 20 años laboraba como ayudante de gasfitería.
“Él vino voluntariamente. Cree que con el certificado militar podrá conseguir un mejor trabajo, como guardia de seguridad”, contó Ketty Cobos mientras se empinaba, tratando de despedirse de Jefferson antes de que subiera al bus.
El capitán Maldonado aclaró que la conscripción es un servicio voluntario. “Si desean ser parte de las Fuerzas Armadas deben seguir un nuevo proceso de selección, para las escuelas de formación de voluntarios o de oficiales”, explicó.
Hasta las 10:00 ya habían seleccionado a 280 aspirantes. Dentro de la base se instaló un campamento para atender a los jóvenes. En el proceso de selección colaboró personal del Ministerio de Salud, de la Cruz Roja, de la Policía Nacional, entre otros organismos.
Afuera, la fila seguía extendiéndose a lo largo de la avenida Democracia. La desesperación entre las madres aumentaba. “No hay trabajo, no hay estudio. Queremos que nuestros hijos se vayan al Ejército para que aprovechen el tiempo”, dijo Amparo Chalén.
El Comandante de la Base indicó que en este año implementaron un registro en línea para Guayaquil, como plan piloto. “Se evaluará si funciona adecuadamente para aplicarlo en futuros llamados, y así evitar las columnas con mucha anterioridad”.