Mujeres de la Plataforma protestaron el jueves pasado en las afueras de la Cancillería. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Estudiantes, profesionales, políticas, madres y trabajadoras se reunieron en las afueras de la Cancillería para protestar, la semana pasada. Seis de ellas fueron agredidas durante una manifestación, desarrollada en contra del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, en medio de una conferencia, el jueves 4.
Las pancartas, los gritos, las consignas y la música al ritmo del tambor formaron parte del reclamo que incluyó la entrega de un manifiesto en contra de la agresión y de la relación con Turquía, dirigido al canciller Ricardo Patiño.
Sin embargo, esta no es una protesta aislada. Las mujeres que se filtraron en el auditorio del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) para gritarle “asesino” a Erdogan llevan años en el activismo.
Tienen distintas edades y se declaran activistas por los derechos colectivos y la dignidad humana. Pero defienden especialmente los de la mujer.
Al menos ocho organizaciones con representación en unas 20 provincias forman parte de la Plataforma Nacional por los Derechos de las Mujeres, que comparten el interés de combatir la exclusión y la violencia por motivos de género, según Paulina Muñoz, una de sus integrantes. Ella además es parte del Colectivo de Género de Acción Política y trabaja en esta área desde 1994.
Temas como la educación sexual y reproductiva, el derecho al aborto, el maltrato intrafamiliar y políticas públicas con respecto a las mujeres forman parte de su agenda. Por eso ellas y grupos como la Confederación de Mujeres, en el 2015, también se manifestaron en contra del Plan Familia.
En ese contexto, un grupo de mujeres de la Plataforma, formada en el 2010, protestó contra Erdogan, por considerar que su gobierno es responsable del genocidio del pueblo kurdo y que tiene una clara tendencia misógina.
En agosto del 2015, este grupo participó en las protestas que se iniciaron con el levantamiento indígena, en contra de las enmiendas a la Constitución y otras políticas gubernamentales en Ecuador.
Margarita Carranco fue concejala por la ID y formó parte de la administración de Mauricio Rodas, alcalde de Quito. Dice que la lucha femenina en el país no ha parado en las últimas tres décadas, aunque ha habido un retroceso en los derechos. Para ella, la figura presidencial (de Rafael Correa) autoritaria se refleja en los hogares. “Si tuviéramos un ejemplo diferente desde el líder, la situación sería distinta”.
La protesta en espacios públicos es importante, según Carranco, porque contrarresta la fuerza de la figura patriarcal. Recuerda que en manifestaciones por la despenalización del aborto, en el 2013, Correa dijo que sus protagonistas eran un grupo de “muchachitas malcriadas guiadas por viejas politiqueras”, para deslegitimarlas.
Por el caso Erdogan, el Presidente volvió a llamarlas “malcriadas” y mencionó que había gente del extinto MPD (Unidad Popular) entre ellas.
En efecto, una de las agredidas fue Karla Kalapaqui, militante de esa tienda política. Y en la protesta en la Cancillería las acompañó Natasha Rojas, candidata en varias ocasiones de esa organización.
Pero eso no deslegitima su derecho a la protesta y a la resistencia, según Clara Merino, activista desde hace 30 años y parte del movimiento Luna Creciente, fundado en el 2001.
La lucha por los derechos de la mujer promueve también la libertad de culto, ideología o filiación política, apunta.
Merino afirma que como movimiento, Plataforma y Mujeres en resistencia no defienden a un partido político por “sus críticas a la construcción de un Estado que a la final es de clases”. Pero no niegan la opción a sus integrantes.
La Plataforma ve necesario contar con una ley integral de no violencia contra las mujeres, que salga desde la acción ciudadana. Según Merino, eso impulsaría los cambios con perspectiva de género.
En ese contexto la participación política se vuelve vital, para Kalapaqui, quien descarta buscar candidaturas en el corto plazo. Pero cree que mujeres como Martha Roldós o Marcia Caicedo deben hacerlo pues desde la posición que alcancen llevarían una agenda clara con enfoque de género.
Del lado oficial, la secretaria de Gestión de la Política, Paola Pabón, rechazó la violencia, “venga de donde venga”, a través de redes sociales.
En contexto
La Plataforma se creó en el 2010, con el fin de agrupar sectores de mujeres antes dispersos. Esta semana entregarán una carta a ONU-Mujeres, sobre la agresión de la guardia de Erdogan. Cancillería espera una respuesta a su queja diplomática a Turquía.
Punto de vista
‘Desigualdad, realidad social’
María Augusta Espín, socióloga y catedrática U. Central
En la realidad social se ven diferencias y jerarquías que marcan inequidad. Según el teórico social Pierre Bourdieu, la primera desigualdad histórica es la diferencia de género, donde el papel de la mujer está subordinado al del hombre, creando una “dominación masculina”. Esta dominación se ve naturalizada en instituciones sociales y en prácticas cotidianas. La realidad social es jerárquica y las mujeres estamos en condiciones de inferioridad, en temas como la naturalización de que el espacio privado (casa) es de la mujer y el público es del hombre, que este sea considerado cabeza de hogar, la diferencia de salarios, el espacio en política, educación, etc. Todo eso ha estado entre luchas y logros del activismo feminista.