Ricardo Camacho Zeas
El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 fue consecuencia lógica de la trágica situación que vivía el país en ese entonces; un pueblo minimizado, engañado y explotado al máximo. Como proceso libertador marcó el momento histórico, pues una revolución era necesaria. Los años que siguieron sumaron puntos a favor de una sociedad nueva, que masificaba la cultura, elevaba el nivel educacional de la población y dignificaba al ser humano.
Pero nada en la vida es eterno y la Revolución en Cuba ha sido víctima de la dialéctica materialista marxista; su estela parabólica hace ya muchos años alcanzó la cúspide y se precipita en caída libre ante el descrédito de los propios cubanos que la forjaron. La vida en Cuba se ha vuelto una “lucha constante” lo que para el cubano de a pie significa sobrevivir como pueda.
El dilema lo conforma una población con un mayoritario alto nivel cultural y educacional (un éxito de la Revolución) pero con muy pocas posibilidades materiales. Un salario alto de cualquier profesional no supera los 40 dólares mensuales, y no satisface la compra de los más elementales artículos de primera necesidad. Es como enseñar a alguien a coser y no dejarle adquirir hilo y aguja.
Políticamente se pretende mantener al pueblo en una burbuja, la prensa -extremadamente escueta- refleja muy pocas y siempre malas noticias del extranjero, el mayor espacio es para las buenas noticias nacionales, altamente cuestionables. Me recuerda algo a los medios públicos en manos del Estado.
La parábola baja y se acerca peligrosamente al punto que deberá volver a subir.
¿Se estará acercando el momento de una nueva Revolución en Cuba, en este caso por la vía democrática?