María del Carmen Almeida
Por fin nos congregamos el 26 de noviembre en El Arbolito. Eramos ríos de gente. Nos sacudió de la inercia en que estábamos sumidos, la falta de seguridad ciudadana y la amenaza que se cierne sobre la libertad.
Ahí estábamos, vestidos de negro y con la bandera del Ecuador en alto. Y cuando, antes de los discursos, entonamos el Himno Nacional, no lo cantamos, lo gritamos. Y a muchos se nos iban las lágrimas sin pudor alguno.
Gritábamos el Himno por nuestros hijos, para que ellos crezcan en libertad, para que nosotros mismos podamos seguir siendo libres: ¡Salve, oh Patria, mil veces, oh Patria, gloria a ti, gloria a ti…!
Nunca me supo tan delicioso el Himno.
Nunca, ni siquiera allende fronteras, lo canté con tanto fervor, porque ahora siento que ese Himno, esta patria, nuestra libertad están amenazados.
A tal punto se siente la amenaza que muchos, muchísimos, teníamos miedo de salir.
Pero yo recurrí a una oración con la que ahuyenté los miedos de la infancia de mi pequeña: “El miedo tocó a la puerta. La fe salió a abrir y no había nadie”.
Fe en mí misma.
Fe en la patria toda.
Fe en los dones que Dios nos dio como país, como Nación.
Fe en la libertad, en mi libertad, de expresarme, de movilizarme, de pensar, analizar, criticar, escribir…
Fe en sentirme libre, segura y sin miedo, en mi país.
Fe en educar a nuestros hijos en los valores que nos inculcaron desde la cuna. ¡Fe, fe, fe! ¡Patria, patria, patria!
No, yo no soy de las que piensa que nada debe cambiar, que las cosas deben seguir como antes de Correa. Para nada.
El fenómeno Correa ha sucedido porque los políticos solo hacen patria en época de elecciones.
Se olvidan que la patria se hace todos los días.
Con esfuerzo, con trabajo, con dedicación, con educación.
Pero por sobre todas las cosas, en libertad.
Y es en este punto donde combato a Correa.
Yo quiero una patria libre, donde todos nos respetemos unos a otros, con igualdad de oportunidades para todos, con excelente educación para todos, con libertad para emprender, libertad para progresar, libertad para disentir, libertad para apoyar, libertad para elegir, libertad para cambiar, libertad para escuchar o no escuchar a Jorge Ortiz, libertad para escuchar o no escuchar a Rafael Correa (de hecho yo no lo hago, por higiene mental).
Esa es la patria que quiero yo. Esa es la patria que nos quiere arrebatar Correa. Y tenemos todo el derecho a oponernos.
Esa es la democracia.
Por eso vibré el 26 de noviembre.
Por eso escribo estas líneas. Por eso saldré el 9 de diciembre a oponerme al proyecto de ley de Comunicación.
Porque tengo fe en mi país.
Porque “no quiero, no me da la gana de ser una colonia venezolana.”