El alcalde indígena de Saraguro, Abel Sarango (izq.), lleva siempre su cabello ajustado con la típica trenza de espiga. Foto: Lineida castillo/EL COMERCIO
No es una simple costumbre. La tradición de lucir el cabello largo -recogido con una trenza- es un elemento cultural, espiritual, de identidad y fidelidad del pueblo indígena Saraguro. En los hombres, el corte de esa extensión capilar lleva al riesgo de perder parte de su identidad.
A 134 kilómetros en el sur de la capital azuaya, enclavada en la cordillera de Los Andes, está Saraguro, en la provincia de Loja.
Allí, el 60% de su población de 30 183 habitantes es indígena, lo que la convierte en un caso singular en el Ecuador. Los domingos y feriados, la presencia de la etnia se impone en plazas, parques, iglesias, mercados, calles…
En esos espacios se los identifica -a más de la trenza- por la típica vestimenta negra. Según una teoría, ese tono es para conservar la energía solar y les ayuda a mantener el calor corporal, puesto que la zona es fría. Otros señalan que el negro se debe al luto que guardan por la muerte de Atahualpa.
El historiador Claudio Malo sostiene que todos los habitantes de los pueblos kichwas de la Sierra del Ecuador, excepto los Salasakas, llevan el guango (trenza). “Es el signo para mantenerse idénticos y aceptarse como indígena”.
Malo sabe que antiguamente el corte de la trenza se hacía como sanción a la persona que cometía algún acto reprochable. “Y quienes se cortaban voluntariamente era entendido por la sociedad como que despreciaban su cultura”.
En los portales de los hogares indígenas es común ver en las mañanas a las madres trenzar el cabello de sus hijos para enviarlos a la escuela o al colegio. En ese acto hay un gesto natural de afecto y unión con sus seres queridos.
Para el líder indígena, Baudilio Quizhpe, entre los saraguros la trenza es un elemento sagrado que está relacionado a la fuerza de la naturaleza.
Por eso, el cabello no lo puede tocar cualquier persona, sino únicamente la madre, hermana o esposa, si está casado; o una líder importante de su mismo pueblo.
En las celebraciones ancestrales, trenzar el cabello es parte de los protocolos ceremoniales con los que se inicia la fiesta. Por ejemplo, en la Navidad y Semana Santa, el marcantaita y el alumbrador, priostes principales, son bañados con hierbas medicinales. Al final les trenzan el cabello para que presidan -con elegancia y respeto- los actos festivos posteriores.
Lo mismo ocurre con los novios en un matrimonio o para la entrega del bastón de mando a los nuevos líderes que presidirán el Consejo de Ayllus, organización que los lidera.
Se cree que quienes impusieron la trenza por comodidad, sobre el cabello largo que siempre llevó el indígena, fueron los españoles.
La vestimenta y la trenza se complementan, dice Luis González, médico indígena con cinco hijos, a quienes les inculca estos rasgos. Esta familia luce siempre la trenza.
En el hombre no ha variado el peinado: recoge su cabello con la trenza tejida de dos cabos, conocida como espiga, o de tres, y la dejan caer sobre la espalda.
No así la mujer que luce tipos de peinados con trenzas que se ajustan a la moda, sin salirse de la costumbre de mantener el cabello largo.
Para el historiador Claudio Malo, esa diversidad de peinados no es un escándalo porque mantienen la trenza como identidad de su cultura.
Eso se aprecia en la cotidianeidad y se evidenció también el pasado 7 de marzo en el Desfile de Moda Intercultural del Ecuador que se realizó en Saraguro. Unas 20 jovencitas kichwas –sin experiencia en el modelaje– mostraron cómo se complementan los atuendos y peinados, de diseñadores y estilistas indígenas.
Ese día, por ejemplo, Tania Maita y María Chalán lucieron prendas y accesorios ancestrales, con ajustes modernos que mantenían estilos andinos.
El cabello lo llevaban recogido con llamativas trenzas como la espiga y de corazón, ajustadas en la parte final con un accesorio llamado fajas de bola, que dejaban ver la elegancia al caminar.
Pero también había peinados con diseños de la trenza conocida como francesa, china, clásica, en forma de hoja, de diadema, de cuatro o cinco hebras, la cascada, entre otras.
Eso nos permite variar nuestro estilo y vernos elegantes para la ocasión, sin salirnos de lo nuestro, dijo Chalán. “Eso es experimentar y vivir la moda, desde nuestra cultura”.